Traductor: Erb
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Volumen 11 - Capítulo 4
Negociación
Parte 1
Los dos Caballeros de la Muerte invocados desaparecieron del otro lado de las puertas. Rugieron anticipando la alegre matanza, mientras que resonaban los gritos de los moribundos. Una vez que las puertas dobles se cerraron lentamente, su grosor significaba que los sonidos de la masacre al otro lado no harían más que cosquillas a los tímpanos.
"Esto debería ser suficiente por ahora."
Había un tiempo límite para los Caballeros de la Muerte que no habían sido creados usando cadáveres. Aun así, si las estimaciones del poder de combate que poseían los Quagoa eran acertadas, ellos dos deberían ser capaces de vencer a una porción considerable de los atacantes, incluso sin conocer la cantidad de oponentes. Si el enemigo no era incompetente, seguramente se retirarían para reagruparse luego de sufrir suficientes pérdidas.
(Espero que no se retiren aún. Si construyen un campamento, significará que el peligro es claro e inmediato. De esa forma, la nación Enana tendrá que trabajar con nosotros. Debería ordenarles a los Caballeros de la Muerte que se contengan por ahora... es bastante molesto cuando no puedes permitirte ganar por un amplio margen.)
Mientras Ainz reflexionaba sobre estos detalles en silencio, le echó una mirada al Comandante en Jefe, que lo miraba a él con una sonrisa nerviosa en la cara. Ainz no tenía idea de por qué tenía esa sonrisa nacida del terror en la cara — y en ese momento un foco imaginario se iluminó sobre la cabeza de Ainz.
(En este momento ya debería haberse acostumbrado a mi apariencia, así que probablemente es debido a los gritos de los Quagoa en el exterior. Bueno, es verdad que los gemidos de los moribundos pueden ser algo perturbadores.)
Dicho esto, Ainz sentía que no tendría que importarle tanto los gritos del enemigo. Sin embargo, el comandante no sería humano —o mejor dicho Enano— si no pensara de esa forma.
(Pero, ¿cómo podría alguien así ser un comandante de guerreros? Esto es ligeramente preocupante.)
Sabía que lo estaba pensando demasiado, pero Ainz continuó mirando al Comandante en Jefe. En ese momento, Gondo se acercó a él.
"Entonces, Su Majestad. Regresaré a casa por un momento."
"Ahh. Entonces, ¿me ayudarás a preparar las cosas por tu lado?"
"Por supuesto. Haré los arreglos y las enviaré. Está bien si el tiempo o cualquier cosa no es correcto, ¿cierto? Puedo contar con sus hechizos en caso de que algo suceda, ¿cierto?"
Ainz extendió un puño y lo hizo chocar contra el de Gondo. Ellos habían hablado de muchas cosas antes de llegar aquí, y parecía que había sido efectivo.
(Gondo realmente habla mucho...)
Tendía a monopolizar la conversación, y hablaba de manera tan prolongada que parecía que nunca terminaría. Este debía ser el resultado de estar obsesionado con el arte casi perdido de la herrería rúnica y luego ser marginado. Era por eso que continuaba parloteando del tema con Ainz —que se había interesado en el asunto— como una represa rota.
Ainz podía entender cómo se sentía, porque había ocasiones en las que Ainz también quería hablar con gente que compartiera sus intereses. Sin embargo, Ainz no estaba siguiendo este largo monólogo por la bondad de su corazón.
Gondo le dio un ligero toque a su mochila mágica y comenzó a alejarse caminando.
El Comandante en Jefe parecía querer decirle algo a Gondo, pero al final no lo llamó.
"Entonces, ¿qué debemos hacer ahora? ¿Deberíamos esperar un poco antes de abrir las puertas e inspeccionar el resultado de la batalla?"
El Comandante en Jefe debía de haber anticipado la pregunta de Ainz. Respondió de inmediato, como si hubiera preparado la respuesta de antemano.
"Es profundamente irrespetuoso hacer que el soberano de una nación espere aquí. Siento que deberíamos dirigirnos a la Cámara del Consejo y presentar su sugerencia a todos."
"¿Por qué no echar un vistazo a los resultados de la batalla?"
"Creo que presentar a Su Majestad es más importante. Envié un mensaje al Consejo mientras los Quagoa estaban atacando. En este momento probablemente siguen buscando a tientas una manera de resolver la situación. Siento que debo presentarles la nueva información antes de que entren en pánico y den alguna mala orden."
"Ya veo. En ese caso, no tengo objeciones. Por favor, adelante."
"Entendido. Sin embargo, las bestias mágicas de Su Majestad seguramente aterrarán a la gente común. Me avergüenza pedírselo, pero ¿podría hacer que esperen aquí? Nos haremos cargo de ellas lo mejor que podamos si nos da a conocer los aspectos centrales..."
Ainz miró a Aura, que asintió.
"Ya veo. Entonces esperarán aquí."
Ainz apuntó con un dedo huesudo hacia una esquina de la guarnición, y el comandante asintió con la cabeza, estando de acuerdo.
"Además, no es necesario que se encarguen de ellas. Nosotros nos haremos cargo. Escogeré a tres de mis seguidores para que me acompañen."
Ainz seleccionó a Shalltear, Aura y a Zenberu. A los otros les ordenó esperar allí.
El Comandante en Jefe se veía algo aliviado. Parecía que no quería tener a no-muertos desfilando por las calles.
"Entonces, ¿vamos?"
"Ah, sí por favor."
Ainz y compañía caminaban orgullosos por la ciudad Enana, guiados por el Comandante en Jefe. Una cantidad casi dolorosa de miradas curiosas se centraron en él, mientras las madres Enanas que veían a Ainz ocultaban a sus hijos al interior de sus casas. Eso hizo que se sintiera algo decepcionado.
Por supuesto, él podría haber sido menos obvio si lo deseaba.
Si se ponía una máscara, el número de gente que se quedaba mirándolo sería mucho menor. Dicho esto, había una razón por la que había escogido no ocultar su rostro.
Se debía a que quería anunciar su llegada a la ciudad de los Enanos. Ya que habían tenido que buscar ayuda externa contra una invasión como esta, no era muy probable que hubiera un jugador en las naciones Enanas. Sin embargo, podría haber jugadores de bajo nivel, u objetos que habían dejado atrás.
(Como ese cristal de sellado de hechizos.)
Con el fin de evitar ser atacado por objetos similares, él tenía que fabricar las pruebas de su visita de manera exagerada. De esta forma, ellos no serían capaces de actuar clandestinamente.
Además, aunque aún no había decidido qué tipo de embajadores usaría, lo más probable era que pudiera terminar usando a seres no-muertos para ese propósito. Por lo tanto, quería que se acostumbraran.
"Sin embargo, nadie parece preocupado, a pesar de la magnitud de la invasión Quagoa."
Ainz le hizo esa pregunta al Comandante en Jefe después de ver a dos Enanos de rostro enrojecido saliendo tambaleándose de una taberna, con los brazos alrededor de los hombros del otro.
Estaban rodeados del inconfundible aroma del alcohol.
"Eso se debe a que la gente no sabe que los Quagoa han atacado."
"Y... ¿a qué se debe eso?"
Daba la impresión de que su instinto de supervivencia era terminalmente defectuoso.
El Comandante en Jefe pareció haber leído la mente de Ainz, y respondió:
"Los Quagoa avanzaron demasiado rápido, así que la información no se difundió. Dependiendo de la decisión del Concejo, debería comenzar a divulgarse en menos de una hora."
"Hm. Bueno, he ordenado a mis subordinados que retomen el puente, así que una vez que lo hagan, la ciudad estará segura por el momento, ¿no? Éste es un factor muy importante para cuando comencemos a comerciar con este país."
"Eso es difícil de saber. Debido al tamaño de la fuerza enemiga, no sabemos cuándo comenzarán su avance en serio. Una vez que tomemos el puente de vuelta, tendremos que solidificar nuestras defensas, investigar la ruta alterna que usaron, y planear una estrategia contra ellos."
Ainz sonrió malignamente en su corazón.
Parecía que habría muchas oportunidades en el futuro de venderle favores a este país. Siendo ése el caso, podría ser mejor no alterar las órdenes de reconquistar el puente que tenían los Caballeros de la Muerte.
Estaba caminando de buen humor y entonces, se sorprendió.
"—¡Qué!"
La voz de Ainz hizo que le temblaran los hombros al Comandante en Jefe.
"¡Aiieee! ¡Qué, qué sucede, ¿Su Majestad?!"
"No, no es nada. Sucedió algo de mi lado. No es necesario preocuparse. Y no es necesario seguir preguntando," Ainz enfatizó esas palabras con tonos acerados para callar las preguntas del otro hombre.
Esta reacción —bastante impropia en Ainz— se debía a que había perdido la compostura.
No había respuesta de los dos Caballeros de la Muerte que había creado, y que deberían estar en las cercanías de Feoh Gēr.
Sólo había una conclusión a la que podía llegar a partir de esta alarmante toma de consciencia.
—Los Caballeros de la Muerte habían sido derrotados.
(¡Ooh!)
Los Caballeros de la Muerte eran bastante débiles para Ainz. Sin embargo, bajo los estándares de este mundo, eran oponentes formidables incluso para los miembros más poderosos de una nación. Cualquiera que pudiera derrotar de esa forma a dos Caballeros de la Muerte debía de ser alguien muy poderoso.
Además, sus respuestas se habían desvanecido casi al mismo tiempo.
¿Habían sido destruidos simultáneamente como parte de un cuidadoso plan?
¿Alguien había acabado con ellos con un hechizo de área de efecto?
¿Un poderoso individuo los había aniquilado de un solo golpe?
Cualquiera que fuera la respuesta, sin duda había otro poderoso ser presente, aparte de la extraña lanzadora de magia enmascarada que había encontrado en la Capital Real.
Alguien que podía derrotar por si solo a los Caballeros de la Muerte —que se orientaban a la defensa—, probablemente se encontraba por encima del nivel 45.
"¿Eso significa que he sido descubierto?"
El Comandante en Jefe miró a Ainz en respuesta a sus murmullos, pero Ainz no tenía tiempo para preocuparse por él.
Un ser desconocido y poderoso. Lo más probable era que se tratara de un jugador. Si un enemigo del nivel de Ainz había llegado a este mundo, enfrentar a un insignificante par de Caballeros de la Muerte sería juego de niños.
(Si en este lugar hay una entidad relacionada a jugadores, pero que no tiene conexión con los Enanos, ¿no significa eso que están de parte de los Quagoa? Entonces, ¿están relacionados a las personas que le lavaron el cerebro a Shalltear?)
Un fuego abrasador se encendió en su pecho.
Las brasas, hasta ahora ardientes, estallaron en un furioso infierno, como si alguien hubiera vertido gasolina sobre ellas. Sin embargo, fueron rápidamente suprimidas.
"No, no es posible. Si estuvieran relacionados, la ciudad Enana habría caído hace mucho tiempo. Lo más seguro es que se trata de un individuo poderoso de este mundo. Sin embargo, no puedo concluir que no exista una conexión. Siendo así, tendré que modificar mis planes."
Originalmente, Ainz había esperado que la guerra entre los Quagoa y los Enanos continuara.
Con los obvios enemigos Quagoa frente a ellos, los Enanos bien podrían escoger reunirse bajo el estandarte de Ainz. Sin embargo, dejar solos a los Quagoa —otorgándoles mucho tiempo— sería muy peligroso.
Si eran una raza que habitualmente producía individuos poderosos, entonces, aunque ahora lo único que podrían haber hecho es matar a unos Caballeros de la Muerte, ¿quién sabe qué más podrían destruir en el futuro? En este momento —aunque todavía podía lidiar con ellos— lo mejor que podía hacer era o esclavizarlos o aniquilarlos por completo.
Esto último bien podría ser la mejor forma de proceder.
(Lo ideal sería subyugar a los Quagoa y desde las sombras, hacer que amenacen a los Enanos, pero... Un solo paso en falso podría conducir a un error fatal. Sería más seguro no intentar eso.)
"Su Majestad, la Cámara del Consejo está a la vista."
Cuando Ainz se volteó a mirar hacia donde apuntaba el Comandante en Jefe, un gran edificio —sin duda grande para un Enano, pero bastante grande incluso para los estándares de Ainz— se hizo visible.
El comandante habló brevemente con los guardias en la puerta, y éstos dejaron pasar a Ainz y a los otros sin inspeccionarlos.
La razón por la habían dejado de lado la inspección para Ainz y compañía y sin embargo observaban sin reparos al no-muerto Ainz era porque el comandante seguramente había ejercido su autoridad.
"Entonces, Su Majestad, haré un reporte completo para el Consejo. ¿Le molestaría esperar aquí por un tiempo?"
No había ninguna razón para objetar. Más concretamente, podría haber problemas si no les explicaba la contribución de Ainz a esta nación.
"¿Dónde esperaremos, entonces?"
El Comandante en Jefe miró a uno de los guardias Enanos, y el hombre dio un paso al frente.
"El, el cuarto de espera está por allá. Permítanme escoltarlos."
"En serio. Lo dejo en tus manos, entonces."
El Enano —al que le temblaba tanto el cuerpo como la voz— los llevó a una habitación un tanto pequeña. Claro que, probablemente no sería muy pequeña para un Enano. Era del tamaño exacto para Aura y Shalltear. Sin embargo, tenían a Zenberu allí, que era grande de estatura. Incluso esperar en el cuarto se sentía muy claustrofóbico para él.
Teniendo en cuenta que el soldado le había echado un vistazo a Zenberu antes de traerlos aquí, éste debía ser el cuarto más grande y lujoso en este edificio. En efecto, los ornamentos a su alrededor estaban todos exquisitamente diseñados y parecía que en realidad podrían moverse.
Una vez Ainz había creado Avatara de sus antiguos compañeros, y podía apreciar profundamente la dificultad de crear una colección de estatuas así de complejas. Era posible que algo se viera hermoso de perfil pero desagradable al verlo de frente.
Ainz tomó una estatuilla — un Enano cabalgando en el lomo de un lagarto.
(Es bastante obvio que los Enanos son artesanos sobresalientes. Mm, me gustaría tener tales habilidades... ¿Me pregunto si podría rehacer los Avatara? Si pudiera, ¿sería capaz de hacer algo mejor después de practicar? — Muy bien.)
Ainz decidió dirigirse a Zenberu, que se veía marcadamente fuera de lugar aquí.
"Zenberu, continúa con nosotros un poco más."
"Ah, Su Majestad, en lugar de eso me gustaría quedarme aquí, si le parece. Francamente, me da dolor de cabeza hablar con esas grandes personas."
Era una forma extraña de hablar. Era diferente a como había sido durante el viaje. Tal vez había cambiado la manera en la que hablaba porque había llegado al Reino Enano.
"...Tú eres el supervisor de una tribu, ¿estoy en lo cierto?"
"Shalltear-sama, una persona puede ser buena o mala en varias cosas. Además, me sentiría mal si causara molestias para Su Majestad."
Ainz entendía lo que Zenberu quería decir, pero de todas formas agitó la cabeza.
"No, vendrás conmigo. Si algo sucede, no seré capaz de protegerte si estás demasiado lejos. En realidad creo que no habrá ningún peligro, pero la imprudencia es para los tontos. Por lo que sabemos, podríamos estar en la palma del enemigo. Recuérdalo en todo momento."
"¡Sí! ¡Lo he grabado a fuego en mi corazón!"
Aun cuando Ainz no sentía que los Enanos podrían lastimar a alguien que había salvado su país, lo reiteró por motivos de seguridad.
(¿Qué es esto? Hoy Shalltear está respondiendo bastante bien. ¿Sucedió algo?)
"Ah, entonces, Su Majestad... ¿Qué debo hacer?"
"¿Hm? Francamente hablando, sólo escucha lo que digamos, Zenberu. Sin importar lo que suceda, no participes en ninguna batalla."
Ainz asintió con la cabeza cuando Zenberu indicó que lo entendía.
"Muy bien. Ahora entonces — Aura, Shalltear, ¿pueden inspeccionar mi ropa y ver si se ha desordenado?"
El soldado Enano enviado a mostrarles el camino llegó justo cuando ambas terminaron de inspeccionar sus atuendos.
***
Ainz fue guiado a una habitación en la que esperaban los Enanos.
Resplandeciente en su panoplia completa, Ainz avanzó sacando pecho. La espalda totalmente recta, la cabeza en alto, y su porte eran los de un rey. El resplandor de color obsidiana del aura detrás de él brillaba con suavidad, como un sustituto de colonia. Seguramente nadie podría menospreciarlo después de todos estos preparativos.
Mantenía el báculo —como sustituto de un cetro real— en la cintura. Estaba imbuido con un hechizo de primer nivel, pero ya que no tenía intenciones de activarlo, no debería presentar ningún problema.
Luego de mirarse de arriba a abajo, sintió que su atuendo contradecía un poco el objetivo de forjar relaciones amistosas, pero Aura y Shalltear lo aprobaban entusiastas.
El problema era que ellas dos tenían a Ainz en demasiada estima, así que él se sentía incómodo confiando en su opinión.
Por lo tanto, pidió la opinión de Zenberu en el asunto.
Después de cierta inquietud —porque le habían preguntado algo que estaba fuera de su área de experiencia— Zenberu finalmente dijo algo en el sentido de "Su atuendo seguramente inspirará respeto en cualquiera que lo vea". Ainz creyó en sus palabras, y vino aquí.
Sin embargo, los Enanos que encontraba palidecían, sus posturas traicionando nerviosismo. Por supuesto, ésa también era una reacción apropiada ante un rey.
"¡Anunciando la llegada de Su Majestad, el Rey Hechicero!"
Pudo oír al presentador Enano desde un lado de la puerta.
Cuando la puerta se abrió, Ainz ingresó en la cámara.
Se veía como una sala de reuniones, y había ocho Enanos allí.
Por cierto, Ainz había aprendido sus nombres, sus puestos, sus aspectos y características del Comandante en Jefe.
Estaba el Sumo Sacerdote de la Tierra, que gobernaba todo lo referente a la magia. Él controlaba lanzadores de magia divina e incluso de magia arcana.
Estaba el Maestro Forjador, que controlaba toda la producción derivada de las fraguas.
Estaba el Comandante en Jefe que lo había traído aquí. Él era el responsable de todos los asuntos militares y de seguridad. Antes, había comandado a muchos soldados Enanos, pero el hecho de que ahora tuviera menos de cien hombres hacía un chiste de su título.
Estaba el Director de la Producción de Alimentos, que administraba la producción de comida y otras industrias no relacionadas a las fraguas.
Estaba el Secretario del Gabinete, que estaba a cargo de todo lo que caía fuera de la jurisdicción de los otros líderes presentes.
Estaba el Maestro Cervecero, que era parte de este Consejo porque debía haber una posición de liderazgo para el pasatiempo favorito de la gente Enana, el alcohol.
Estaba el Maestro de Cuevas y Minas, que poseía mucho poder en esta ciudad debido a su influencia en el campo de la minería y la extracción de recursos.
Antes, había habido una organización llamada el Gremio de Mercaderes, pero debido a la falta de comerciantes y del comercio en general, el título de Maestro del Gremio de Mercaderes era ahora una posición sólo de nombre a cargo de las relaciones exteriores.
Esos eran los ocho.
Ainz movió la vista lentamente pasando por cada uno. Siete de ellos lo observaban. El último —el Comandante en Jefe— en lugar de eso, tenía una expresión de fatiga en el rostro, y sus ojos se cruzaron con los de Ainz.
Ainz pretendía ser la imagen misma de la tranquilidad, pero su corazón estaba en caos.
(¡Qué! ¡Ni siquiera puedo diferenciarlos! Tal vez algunos tengan la barba más corta que los otros, pero ¿no son todas casi del mismo largo? ¿Acaso me mintió? No, así debe de ser como lo ve él. ¿Qué debo hacer?)
Los recuerdos de Zenberu los había representado a todos con caras idénticas, y al principio Ainz pensó que se debía sencillamente a que el Hombre Lagarto veía a todos los Enanos como iguales. Incluso había sentido que Zenberu necesitaba mejorar su habilidad para reconocer rostros. Sin embargo, ése no era el caso.
(Perdón por dudar de ti, Zenberu. Desde el principio me estabas diciendo la verdad.)
En este mundo, no existía la costumbre de intercambiar tarjetas de negocios tras un encuentro, un hecho que Ainz lamentaba. Hoy se sintió del mismo modo, y luego reunió sus fuerzas en su vientre.
Lo siguiente sería una presentación que él ya había hecho muchas veces. En particular estaba el hecho de que tenía a dos Guardianes detrás de él y a un subordinado de su subordinado. No podía permitir que lo vieran hacer el ridículo.
(...Si tan solo no los hubiera traído a los tres...)
Sin embargo, su pesar era irrelevante. La suerte estaba echada, después de todo.
Aun así — aunque se había preparado mentalmente para ello, no había una sola señal para el comienzo del diálogo. El silencio continuó intacto durante todo un minuto después de su llegada.
(¿Qué está pasando? La práctica estándar para una empresa sería comenzar con la presentación de su personal por parte del anfitrión, ¿correcto? ¿No debería presentarnos el Comandante en Jefe? ...¿O yo debería dar el primer paso? No estoy muy familiarizado con la etiqueta cortesana y no quiero parecer grosero.)
De acuerdo a la etiqueta cortesana, los inferiores no debían dirigirse directamente al rey. La interacción directa requería de algún tipo de permiso. En otras palabras, el rey era un ser intocable. Por lo tanto, si Ainz iniciaba el diálogo, ¿no lo menospreciarían los Enanos?
Después de mirar a los Enanos, ¿la respuesta era sí o no?
(Dicho esto, dudo que alguien me ofenda, dada la situación del país y de las acciones que tomé. Si eso sucede realmente, entonces bien podría decir que no negociaré con un puñado de bufones como ellos.)
Después de tomar la decisión, Ainz optó por lanzar la bola.
"Soy el gobernante del Reino Hechicero, el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown."
Los Enanos cobraron vida, como si hubieran sido reconectados a un suministro de energía.
"Nosotros, le damos la bienvenida, soberano del Reino Hechicero, Su Majestad Ainz Ooal Gown. ¿Podríamos ofrecerle asiento? Por allá hay asientos para sus estimados seguidores."
Ainz asintió, y luego lo condujeron a lo que él llamó "el lugar del niño del cumpleaños". Se sentó con aplomo real, usando los movimientos que había practicado una y otra vez. Shalltear, Aura y Zenberu se sentaron detrás de Ainz.
"Entonces, nos presentaremos. En primer lugar, soy el—"
Y así, los Enanos dieron sus nombres.
La introducción parecía haber salido sin complicaciones, pero Ainz no podía contener sus preocupaciones.
Solo mantener los ocho nombres en mente ya era difícil. Tener que asociar cada uno de esos nombres y títulos con un rostro estaba demostrando ser un verdadero desafío.
Era fácil recordar nombres, pero añadirles un título lo ponía nervioso. Cosas como si era Maestro de Cuevas y Minas o Maestro de Minas y Cuevas sólo empeoraban todo.
Dicho esto, Ainz consiguió recordarlos. No habría sido capaz de hacerlo si antes no le hubiera preguntado sobre ellos al Comandante en Jefe.
"Por favor permítanos darle las gracias en nombre de este país. Sin Su Majestad, este país habría sido destruido."
Esas palabras fueron pronunciadas por el Maestro de Cuevas y Minas. Todos los Enanos presentes asintieron con la cabeza en respuesta.
Los miembros del Consejo aparentemente se turnaban para dirigirlo, así que el líder en esta ocasión era el Maestro de Cuevas y Minas.
"No se preocupen por eso. Salvar a alguien en problemas es de sentido común."
"Su Majestad es una persona verdaderamente magnánima. Sin duda lo ayudaremos en la medida de nuestras posibilidades si algún problema lo aflige. Dicho esto, temo que no podamos hacer mucho para ayudar a su augusta persona, que comanda a las tropas que salvaron a nuestra nación de la extinción con nada más que dos de sus miembros."
"Ése no es el caso. Mi país es, en efecto, poderoso en el sentido militar. Sin embargo, hay algunas deficiencias en lo que respecta a otros campos. Le estaría muy agradecido si pudieran proveerme ayuda en esos aspectos."
"Ya veo. Estaríamos encantados serle de utilidad a Su majestad — al Reino Hechicero. Sin embargo, antes de eso, rogamos porque Su Majestad nos diga la razón de su visita a nuestro país, si fuera conveniente. El Comandante en Jefe ya nos lo ha dicho, pero nos gustaría oírlo directamente de usted."
El Maestro de Cuevas y Minas entrecerró los ojos ligeramente.
Veremos a través de cualquier mentira. Su determinación inflexible era palpable.
(No puedo esperar que todos sientan buena disposición hacia mí... Bueno, dada la diferencia de poder entre nuestras naciones, cualquiera sería cauteloso.)
Lo mismo se aplicaba a Ainz. Si el gremio de más alto rango en Yggdrasil —Seraphim— ofreciera un Objeto de Clase Mundial y buscara negociar, Ainz también sospecharía de algún tipo de trampa.
Por lo tanto, no estaba enojado por la reacción de los Enanos.
"En primer lugar, me gustaría iniciar relaciones de amistad entre nuestras naciones. A continuación, me gustaría que comerciáramos."
"—Entonces es así."
"He oído de uno de sus compatriotas que sus alimentos básicos son los hongos y las carnes, ¿me equivoco? Recuerdo algo sobre unas granjas al pie de la montaña que producen vegetales frescos, pero aparentemente son pocas en número y su variedad es bastante pobre. Mi nación puede proveerles vegetales frescos y — ¿las bebidas alcohólicas de los reinos humanos y del Reino Hechicero tienen algún interés para ustedes?"
El tema del alcohol hizo que los ojos de los Enanos se iluminaran. Era una reacción muy franca.
"También he oído que este país comercia con la nación humana al este, pero no en gran medida."
"Efectivamente. Nuestro tráfico es de apenas del valor de las mercancías que 20 enanos pueden cargar. Actualmente, estamos desarrollando objetos mágicos que puedan contener una cantidad ilimitada de bienes."
El Maestro del Gremio de Mercaderes dio esa respuesta.
"Ya veo. ¿Es verdad que el reducido número de caravanas comerciales Enanas se debe a los peligrosos caminos de montaña?"
"Ése ciertamente es el caso."
Otro Enano suministró la respuesta.
"No podemos llevar demasiada mercancía debido a la inclinación y al peligro de los caminos de montaña. Además, moverse en grupos atrae la atención de los monstruos. Hay muchos monstruos que atacan independientemente de los números de sus presas. En particular, las emboscadas aéreas son difíciles de manejar."
Era verdad que los métodos de comercio tradicionales requerían de grandes esfuerzos. El Imperio sólo comerciaba de manera limitada con los Enanos debido a la baja rentabilidad de hacerlo. Sin embargo, era precisamente esa razón lo que hacía de los Enanos unos socios comerciales muy lucrativos para el Reino Hechicero.
Desafortunadamente, la única exportación destacable de la que el Reino Hechicero podía presumir eran sus no-muertos. Sin embargo, para la nación Enana, incluso la comida regular se vendería bien.
(Qué socio comercial tan maravilloso.)
Ainz sonrió perversamente en su corazón al mismo tiempo que hacía una pregunta.
"Si ése es el caso, entonces debo recomendar aún más las relaciones nacionales conmigo — con el Reino Hechicero, para que podamos exportar comestibles."
"...Aún no hemos preguntado sobre la ubicación precisa del Reino Hechicero. ¿Podemos transportar nosotros mismos nuestros bienes de comercio hacia allá?"
"Dejar que la gente de su país transporte la carga por sí mismos sigue siendo muy peligroso. Siento que mi nación debería tomar la iniciativa de establecer una ruta comercial adecuada para que la gente de su nación pueda transportar sus mercancías con seguridad. Cuando eso suceda, vagones y carruajes serán capaces de moverse sin problemas. Por supuesto, no serán jalados por nada tan frágil como caballos, sino por otras bestias de carga."
"¿Y esos podrían ser... no-muertos?"
Uno de los Enanos, con el rostro lleno de repugnancia, hizo esa pregunta.
Ainz recordó que él aparentemente era el Maestro Forjador.
"Precisamente. Propongo la utilización de vagones de carga tirados por no-muertos, los cuales poseen la fuerza para defenderse ellos mismo y nunca se cansarán. Seguramente servirán de excelentes herramientas de transporte. En verdad, nuestra nación ya ha hecho uso de ellos, y la respuesta de los ciudadanos es bastante buena. Además, hay otras ventajas al usar no-muertos—"
Justo cuando Ainz estaba por dar inicio a una entusiasta presentación, el Maestro Forjador lo interrumpió.
"—¿No es verdad que los no-muertos atacarán a los vivos?"
Ainz puso mala cara interiormente, pero respondió con suprema confianza.
"Es cierto que mucha gente podría pensar de esa forma sobre un ser no-muerto ordinario. Y para ser justos, es verdad. Los no-muertos son seres que odian y atacan a los vivos. ¡Sin embargo!"
Ainz puso especial énfasis en esa palabra.
"Bajo mi autoridad absoluta, los no-muertos del Reino Hechicero no plantearán ningún problema para ustedes. Pueden estar tranquilos sabiendo eso."
La boca del Maestro Forjador se frunció asumiendo la forma de una へ. Parecía no creerle a Ainz en absoluto.
(Debe haber tenido una mala experiencia en la que los no-muertos mataron a su familia, o algo.) Mientras Ainz contemplaba esa posibilidad, jugó una de sus cartas del triunfo.
"Además, mi nación puede suministrar mano de obra."
"¿Mano de obra?"
"Durante mi viaje, hablé con uno de sus compatriotas al que salvé de los Quagoa—"
Ainz no lo había hecho a propósito, pero no fue un completo accidente, así que decidió expresarlo como si les hubiera hecho un favor.
"—Y escuché sobre el trabajo que se realiza en las minas de su país. Si bien es trabajo para mineros Enanos, los no-muertos pueden manejarlo por ustedes."
"¿Qué? ¿Realmente pueden hacer eso?"
Los ojos del Maestro de Cuevas y Minas se agrandaron, habiendo tragado el anzuelo.
"Por supuesto. He llevado a cabo este experimento en las naciones humanas, y fue exitoso. De hecho, el dueño de las minas que los alquiló incluso pidió mineros no-muertos adicionales."
Había oído sobre esto cuando le había mandado un preocupado [Mensaje] a Albedo, así que no era mentira.
"Así que ha hecho ese tipo de cosas en las naciones humanas..."
El Maestro de Cuevas y Minas murmuró como si estuviera asombrado.
"Parecería que su país está familiarizado con las características especiales de los no-muertos..."
"Mm, bueno, sabemos sobre sus rasgos más comunes..."
Ainz alzó la voz para dirigirse el Sumo Sacerdote de la Tierra.
"¿Entonces, confío en que no necesito explicar en detalle qué hace que los no-muertos sean trabajadores excelentes?"
Los Enanos intercambiaron miradas, y luego comenzaron a hablar, uno tras otro.
"Las palabras de Su Majestad son comprensibles. Si pudiéramos controlar sin peligro a los no-muertos..."
"La posibilidad de reasignar al personal destinado a las minas es una propuesta muy atractiva."
"Sin embargo..."
Ese "sin embargo", probablemente sería seguido por las dudas sobre si realmente podían confiar en los no-muertos. Era natural que se sintieran indecisos sobre un método diferente a cómo habían hecho las cosas hasta ahora.
En última instancia, esto no era más que publicidad para los productos de su empresa, y no un intento serio de concretar una venta. Por supuesto, si podían aceptar la mano de obra no-muerta, eso ciertamente lo deleitaría.
"Bueno, yo simplemente quería decir que les puedo proporcionar dichos trabajadores. Entiendo su inquietud hacia los no-muertos—"
"—Su Majestad, antes de eso me gustaría hacerle una pregunta sobre los no-muertos. ¿Podemos comprarlos como fuerza defensiva?"
La pregunta del Comandante en Jefe provocó alboroto en los Enanos.
"¡Comandante en Jefe, es demasiado arriesgado depender del poder militar de otras naciones para mantener la paz!"
"Sé eso. Sin embargo, los no-muertos del Reino Hechicero son extremadamente poderosos. Con ellos cerca, no necesitaremos temer ningún ataque Quagoa. Hay muchos beneficios para comprarlos como línea defensiva final. Lo más importante, lo que todos debemos tener en cuenta, es la seguridad de nuestra nación. Ahora que hemos perdido nuestra fortaleza, necesitamos poder, más que cualquier otra cosa."
"¡Aun así, ¿No crees que es más peligroso tener las manos de otra nación alrededor de nuestras gargantas?!"
"¡Ya te lo dije, ahora no es el momento de hablar de ese tipo de cosas!"
El Maestro Forjador y el Comandante en Jefe se miraron con furia el uno al otro.
"...Lo dejaremos ahí. Esas palabras serán reservadas para cuando estemos sólo nosotros. No es algo que deberíamos estar diciendo delante de Su Majestad, que vino todo el camino hasta acá desde su reino. Perdone esta metedura de pata, Su Majestad. Este conflicto fue causado por la atractiva naturaleza de las propuestas de Su Majestad, y estaríamos muy agradecidos si pudiera pasarlo por alto. —Entonces, ¿podría saber qué es lo que Su Majestad desea de este país? Siento que prácticamente no tenemos nada que ofrecerle."
"Por supuesto que no. En primer lugar, deseo minerales. Las reservas de mi país son limitadas."
"—Ya veo," sonrió el Maestro del Gremio de Mercaderes. "Así que es por eso que sugirió la mano de obra no-muerta. Si pudiéramos excavar minerales en mayores cantidades, entonces habría un amplio excedente. En otras palabras, desea mantener bajos los precios de los minerales. ¿Es así?"
Ainz no había pensado tan a futuro, pero asintió y pretendió que ése era el caso.
"De hecho es así. Ha visto a través de mí."
Ahora lo entiendo, pensaron los Enanos cuando cayeron en cuenta de ello.
"Además, me gustarían las armas y armaduras elaboradas por las forjas de su nación. He oído que el equipo de batalla Enano es de calidad ejemplar."
Todas las personas a las que Ainz les había preguntado sobre este tema estaban de acuerdo en que eso era un hecho indiscutible.
Sin embargo, las armas y las armaduras procesadas eran más caras. Si se las compraban a los Enanos, entonces habría menos herreros de armas y armaduras en el Reino Hechicero. Si había una clara diferencia tecnológica entre dos países, entonces lo mejor sería mejorar la tecnología de la nación de uno en lugar de tomar la insensata decisión de comprar grandes cantidades de armas y armaduras superiores.
Ahora bien, si no hubiera competencia, los herreros del Reino Hechicero no perfeccionarían sus habilidades. Las armas y armaduras compradas a los Enanos podrían servir como un estímulo positivo para eso.
Por supuesto, había muchas maneras de manejar esta situación, como por ejemplo mediante la recolección de tarifas y similares. Uno se tenía que asegurar de que podía sacar un beneficio de los Enanos y no importar constantemente de ellos, entre otros dolores de cabeza.
La respuesta sencilla sería encargarle todo esto a Albedo y Demiurgo. Sin embargo, Ainz también tenía sus propias consideraciones.
Su plan era limitar su venta al recientemente fundado Gremio de Aventureros, o rentárselas a los aventureros.
Los precios bajos eran muy atractivos para los aventureros, y mantenerlos con vida beneficiaría al Reino Hechicero. Si pudieran vender productos viejos a precios bajos, podrían ser capaces de incrementar la tasa de supervivencia de los aventureros al mismo tiempo.
"Si bien no le he dado las gracias a Su Majestad por compartir todo esto con nosotros, estas son cuestiones que a las que no podemos responder de inmediato, en particular el asunto del equipo de guerra. ¿Podría darnos algo de tiempo para discutirlo?"
"Por supuesto. Discútanlo hasta que lleguen a una conclusión. No me enfadaré incluso si no comenzamos a comerciar de inmediato. Mis propios subordinados ya poseen equipos de alta gama. Simplemente deseo adquirir armas y armaduras para mi gente."
(Muy bien), pensó Ainz.
Éste era el momento crucial. Había llegado la hora de completar el objetivo por el que había venido a esta ciudad.
"¿Podríamos discutir el asunto de los Quagoa?"
La tensión de inmediato llenó el aire.
"Mi respuesta a la invasión Quagoa no fue más que una decisión personal. Es eso correcto, ¿Comandante en Jefe?"
"En efecto."
"Sin embargo, ¿qué habría pasado si yo no hubiera estado?"
"Si Su Majestad no hubiera estado cerca, habríamos tenido que depender de una sola puerta para bloquear el avance del enemigo. Una vez que traspasaran la puerta, habríamos tenido que movilizar a los ciudadanos para luchar una batalla decisiva al interior de la ciudad con el fin de ganar tiempo para que los niños puedan escapar. Imagino que ése habría sido el caso."
Todos los Enanos tenían expresiones amargas en el rostro.
Tal vez se debió al anterior reporte del Comandante en Jefe, pero la completa ausencia de objeciones o contraargumentos hablaba de la excelencia de todos aquí.
Ninguno de los presentes estaba motivado por idealismos, emociones o intereses personales. Si hubiera alguien así presente, particularmente si poseyera autoridad o influencia, habrían perdido el tiempo inútilmente incluso antes de completar lo básico, parloteando en exceso hasta que la reunión concluyera. El hecho de que no hubiera nadie así era digno de elogio.
"Entonces, por favor explíquemelo con mayor detalle. ¿Qué implicaría esta batalla decisiva?"
"Es difícil de responder porque no conocemos la fuerza de batalla total del enemigo. Sin embargo —asumiendo que hubieran 1'000 Quagoas— estaríamos en una situación desesperada. Repelerlos sería muy difícil, y todo lo que conseguiríamos sería debilitar nuestra nación debido a la pérdida de recursos y hombres."
"¿Por qué terminó de esta manera?", murmuró el Comandante en Jefe.
Probablemente se debió a que la fortaleza de la Gran Grieta era demasiado fuerte. Los enanos se habían vuelto arrogantes, creyendo que "todo estará bien siempre y cuando la tengamos".
Ainz sentía esto mismo también.
Él había probado el fruto amargo de la falta de cuidado en la forma de Shalltear.
"Si sólo tenemos un as en la manga, una vez que es derrotado, entonces estamos perdidos. Por lo tanto, siento que necesitamos otra carta del triunfo, en la forma del poder de Su Majestad."
Ainz levantó una mano para silenciar a los Enanos, que parecían estar a punto de hablar. El Comandante en Jefe podría haber tomado las riendas de la conversación nuevamente, pero Ainz no había terminado de hablar aún.
"Los Quagoa han sido repelidos por el momento, pero Feoh Gēr no está en paz todavía. Ésa es mi opinión."
Las expresiones en las caras de los enanos eran universalmente agrias.
Después de asegurarse de que todos estuvieran de acuerdo con su punto previo, Ainz decidió aprovechar el momento y hablar.
"Sin mí, será muy difícil que puedan rechazar la próxima invasión Quagoa. Incluso para alguien como yo, la destrucción de una nación con la que estoy a punto de comenzar a comerciar es bastante molesta. ¿Qué les parece? ¿No harán uso de mi fuerza? Dado el poder de mi nación, puedo garantizarles que su nación no será atacada por un tiempo. ...Sí. Por ejemplo, podría ayudarles a tomar de vuelta ese nido de Quagoas, la antigua capital Enana, me parece."
El aire pareció estremecerse.
Esta reacción era totalmente nueva.
El Maestro de Cuevas y Minas humedeció sus labios.
"Su Majestad, ¿quiere decir que tal cosa es posible?"
"Si me preparo para ello, por supuesto."
El Maestro Forjador cruzó los brazos frente a sí y fulminó a Ainz con la mirada.
"...Eso parece demasiado idealista. ¿Por qué nos está proporcionando tanta ayuda? ¿Qué quiere de nosotros?"
"Oye, has dicho demasiado."
El Maestro Forjador resopló ante las palabras de su colega.
"Es como agitar una botella de vino frente a un extraño. ¿Realmente creen que no hay condiciones?"
“¡Ngg!”
"Es una pregunta razonable. Entonces déjenme ser franco con ustedes. Una de las razones es porque creo que es mejor establecer relaciones diplomáticas con su país que con los Quagoa. Creo que ustedes, caballeros de este hermoso país, entienden los conceptos de sentido común y de endeudamiento, y que me deben cierta deuda de gratitud. Ahora — consideren que uno de los lados está a punto de ganar, y que el otro está a punto de perder. ¿Quién estará más agradecido si le presto mi fuerza?"
"Mm. Ése es el caso."
"Además me gustaría que esta deuda fuera pagada no con palabras, sino de manera material. Eso conlleva a otra de las razones."
"Ya veo, así que se trata del pago. Entonces, ¿quiere oro, o minerales poco comunes o exóticos? ¿O desea derechos de minería también?"
(Por supuesto). Ainz quería decir eso, pero se tragó las palabras y resistió el impulso de pronunciarlas.
"No, quiero algo diferente. Quiero reclutar a los herreros rúnicos de este país para mi nación."
Los Enanos parpadearon como si fueran uno.
"¿Qué? ¿Es tan difícil de entender?"
El Maestro Forjador frunció el ceño más profundamente que los otros.
"...Se debe a que las armas y armaduras rúnicas son muy raras en las naciones que rodean al Reino Hechicero. Me parece que son artículos muy valiosos. Por lo tanto, pensé en reclutar herreros rúnicos y hacer que produzcan equipo de guerra rúnico en mi nación."
"¿Los llevará como esclavos?"
Ainz suspiró exageradamente fuerte ante el Maestro Forjador.
"No haré nada semejante. ¿No me oyó cuando hablé? Dije que quería entablar lazos de amistad internacionales e iniciar relaciones comerciales, ¿o no? ¿Realmente cree que tomaré como esclavos a la gente de tales naciones aliadas? ...Francamente, estoy algo decepcionado. Todo lo que tenía en mente era reclutar herreros rúnicos y hacer que creen equipos rúnicos en mi país."
"En ese caso, ¿qué tal si le otorgamos la máxima prioridad en las ventas de los equipos creados con runas?"
"...No. No valdría la pena la inversión. Si desean hacer uso de mi fuerza, entonces deben dejar que los herreros rúnicos trabajen para el Reino Hechicero y permitirnos el monopolio de la venta de sus productos. Eso es lo que desea mi nación y es el precio de recuperar su antigua capital. ¿Cuándo me podrán dar una respuesta?"
Los Enanos se miraron entre sí.
"Ya veo. Tal vez mañana—"
"Eso podría traer algunos problemas," interrumpió el Comandante en Jefe. "No olviden que esta ciudad sigue estando en peligro de ser atacada por los Quagoa. Incluso si Su Majestad acepta la tarea de derrotarlos, le tomará algún tiempo reunir a sus tropas. Con ese punto en mente, no podemos esperar hasta mañana. Debemos darle una respuesta de inmediato."
Ainz miró desde arriba a los Enanos.
"No me corresponde hablar aquí. Sin embargo, si realmente están en una situación tan desesperada, entonces tener que cumplir mi anterior promesa también será bastante difícil. Si la situación se torna muy grave, tendré que añadir muchas más condiciones. Después de todo, se debe esperar pagar más por un trabajo de último minuto."
"Mm. El Comandante en Jefe está en lo cierto, y las palabras de Su Majestad también son muy razonables. Entonces, Su Majestad, aunque nos disculpamos por la imposición, ¿podría esperarnos en la habitación de hace un momento? Nos gustaría llegar a una conclusión tan rápido como sea posible."
"No tengo ninguna objeción a eso. Esperaré ahí, entonces."
Y con eso, Ainz se levantó, y dejó la habitación en compañía de sus subordinados.
***
La habitación seguía velada en el silencio incluso después de la partida del Rey Hechicero. Poco después, alguien exhaló, y eso dispersó la tensión que flotaba en el aire.
"¡¿Qué, qué demonios fue eso?!"
"¡Es un monstruo increíble! Comandante en Jefe, ese monstruo me puso los pelos de punta. No hay duda del miedo que infunde."
"¡Casi pensé que iba a orinarme!"
Todos los Enanos comenzaron a gritar. Dejaron escapar todas las cosas que sus tensos nervios habían estado manteniendo bajo control.
"¿Qué debemos hacer? Es la encarnación del mal. Si incluso una sola de las cosas que dijo es cierta, me daría un miedo de muerte."
"¿Cómo puede ser benevolente alguien que irradia un aura así de malévola? Mírenlo, ¿a cuántos seres vivos creen que ha asesinado hasta ahora?"
"Mmm. Debe haber tomado tantas vidas que ni siquiera se acuerda de todas. Y pensar que ese rostro escalofriante puede emitir palabras que suenan así de normales."
"Debe de estar reuniendo equipos para alguna gran invasión. ¡Para su ejército de la oscuridad!"
"Además, odio que sea tan fácil de entender y de estar de acuerdo con él. Se siente justo como esos demonios que te roban el alma con un contrato."
Eran unánimes en su rechazo a la propuesta del Rey Hechicero. Muchos de ellos coincidieron en que no se podía confiar en las palabras de los no-muertos.
"Sin embargo, la propuesta de Su Majestad es muy atractiva para nuestro país. En primer lugar, nuestro país será destruido si no hacemos algo sobre los Quagoa. Adicionalmente, el Rey Hechicero es la única persona que nos puede salvar."
El Comandante en Jefe era la única voz contraria.
Sus palabras hicieron que los otros Enanos se vieran como si hubieran mascado un gusano amargo.
"Déjenme asegurarme de nuevo. ¿No hay ninguna manera de que podamos lidiar con los Quagoa utilizando sólo nuestra fuerza?"
"No hay manera. Con la ayuda del Rey Hechicero podríamos reconquistar la fortaleza, pero hay demasiadas cosas que necesitaríamos hacer. En este momento, lo único a lo que podemos aspirar es a tomar de vuelta la fortaleza. Si Su Majestad no hubiera venido aquí, en este momento los Quagoa podrían estar invadiendo la ciudad."
"Si el Rey Hechicero decía la verdad, entonces también hubo avistamientos de Quagoa en Feoh Raiđō."
Los Enanos llevaron las manos a la cabeza.
"...¿Y si sólo tomamos prestado el poder del Rey Hechicero y luego pretendemos no saber nada al respecto?"
"Eso solamente irritaría a ese monstruo. Incluso yo estaría descontento en su posición. Después de todo, quedaríamos como personas que sólo buscaron pedir prestado su poder militar para nuestro propio beneficio y todo eso."
"Aun así, todo esto parece demasiado perfecto. ¿Podría ser que el Rey Hechicero es el que mueve los hilos entre bastidores?"
"Es muy probable, pero no tenemos pruebas. Todo lo que podemos hacer es suponerlo."
"Lo importante aquí es que el Rey Hechicero nos escogió a nosotros y no a los Quagoa. Si lo enfadamos, podríamos estar colocando una soga alrededor de nuestros cuellos. Intentar investigarlo también podría ser muy peligroso."
"...¿El Rey Hechicero bebe?"
"¿Crees que pueda? ...Supongo que no se puede confiar en un tipo que no beba, después de todo."
"Aun así..."
En este punto tomó la palabra el hasta ahora silencioso Maestro del Gremio de Mercaderes.
"Creo que todos podemos aceptar lo que el Rey Hechicero está diciendo. Es totalmente lógico. Yo haría lo mismo en su posición, escogiendo a los Enanos en lugar de los Quagoa."
Si él dirigía un ejército que podía aniquilar fácilmente a los Quagoa, entonces ayudar a los Quagoa a matar a los Enanos no le ofrecería muchos beneficios.
"Él dijo que quería prestarnos trabajadores no-muertos. ¿No sería más rentable tomar las minas para sí mismo?"
"Bueno, no tendría sentido tomarnos como esclavos. ...Además, nosotros conocemos la montaña, ¿verdad?"
"Ya veo. Eso es lo más seguro. Él piensa que explorar las minas por sí mismo le traería demasiados problemas, por lo que nos dejará excavar los minerales. Así que nos dará un bonito collar para complacernos, ¿entonces?"
"...Aun así, luego de hablar con el Rey Hechicero, tengo la sensación de que todo irá bien, siempre y cuando tengamos relaciones comerciales con él. En otras palabras, no tiene la intención de explotarnos con tratados comerciales desiguales."
"Si es así, puedo entender por qué nos ofrece términos tan generosos. Con todo, ¿no estaría bien aceptar su propuesta?"
"¿Por qué dices eso?"
"Porque podemos ayudarnos mutuamente. Mientras el Rey Hechicero requiera minerales, nos protegerá. En ese sentido, podemos pensar en el Rey Hechicero como en un mercenario con un gran apetito por el vino."
La opinión general había pasado de "lidiar con él es peligroso" a "estaremos a salvo siempre y cuando tengamos valor". Sin embargo, en el transcurso de este cambio, un Enano habló con frialdad.
"...¿Todos ustedes pretenden ser subordinados de esa criatura no-muerta?"
Todos los ojos se volvieron hacia el hombre que se había opuesto firmemente a Ainz desde el comienzo — el Maestro Forjador.
"No se trata de escoger entre el bien o el mal. En este momento, nuestro país enfrenta una crisis de supervivencia. Si no hacernos algo sobre los Quagoa, con seguridad seremos destruidos."
"...Y no podemos vencer a los Quagoa sólo con nuestra fuerza."
"Entonces, ¿qué tal si le pedimos ayuda al Imperio? Hemos hecho negocios con ellos durante muchos años. ¿No sería más seguro? No sabemos nada sobre el Reino Hechicero, saben."
"Aun si le pedimos ayuda al Imperio, no tendrían oportunidad contra los Quagoa. Son enemigos muy fuertes para cualquiera que use armas. Lo más importante es que los humanos no pueden ver en la oscuridad y no están adecuados al combate subterráneo. Aunque podrían tener una oportunidad si pudiéramos atraer a los Quagoa a la superficie, no tenemos forma de hacerlo."
"Entonces parece que hacer un trato con el Reino Hechicero es nuestra única opción. En cualquier caso, comenzaremos pidiéndole ayuda, y dejaremos los detalles de los acuerdos comerciales hasta después de haber visto el Reino Hechicero. ¿Qué les parece?"
"Ésa podría ser la manera más segura. Sin embargo, estamos haciendo negocios con ellos para derrotar a los Quagoa, ¿verdad? Entonces, si no hacemos un trato, tendremos que pagar por los servicios prestados, ¿no es cierto? ...No quiero ni pensar sobre qué tipo de precio se le puede poner a salvar un país."
Todos los enanos tenían expresiones amargas.
"Supongo que la única manera de salvar el país es aceptar su propuesta. Eso significa que en las próximas décadas tendremos que depender de la fuerza del Reino Hechicero."
En medio de los murmullos de aprobación, el Maestro de Cuevas y Minas murmuró algo parecido a, "Usar mano de obra no-muerta significa que podrán continuar trabajando durante todas esas décadas.," pero nadie le prestó mucha atención. Eso se debió a que hubo otro pronunciamiento que acaparó sus oídos.
"Parece que se han olvidado de algo importante. Me opongo a esto. ¡Jamás dejaré que nuestra gente vaya y sean esclavos!"
"¿Esclavos?"
"¡Los herreros rúnicos!"
"El Rey Hechicero ya dijo que no serían esclavos, ¿no?"
"¡¿En serio?! ¡¿Realmente crees en lo que dice?!"
Así pues, reprendido, el Enano que hizo la pregunta agachó la cabeza.
"Oye, mira. No podemos descartar eso."
Incluso si todo lo que el Rey Hechicero había declarado era un hecho, cualquiera que supiera que los no-muertos odiaban a los vivos no sería capaz de creerlo.
"Rehenes, ¿entonces?"
"No. En ese caso no habría tenido la necesidad de precisar que quería herreros rúnicos. Igual de fácil podría haber demandado a miembros de nuestras familias en su lugar."
"Entonces, ¿podemos negarle el asunto de los herreros rúnicos pero preguntarle si cualquier otra cosa podría servir como pago?"
"...¿Hay algún tesoro que podría hacerle cambiar de opinión?"
"No. Aunque, si reconquistamos la capital y la tesorería está intacta, podríamos ser capaces de pagarle con su contenido."
"No, él no aceptará eso. Necesitamos su fuerza para tomar de vuelta la Capital Real, ¿correcto? Si se lo damos bajo esas circunstancias, qué le diremos cuando nos pregunte, '¿Tomaron esos tesoros de las bóvedas de la ciudad que reconquisté por ustedes?' Si estuvieras en sus zapatos, ¿crees que sería un buen trato?"
"...Francamente, creo que estaría bien simplemente aceptar todos sus términos."
El Maestro Forjador fulminó con la mirada al Maestro del Gremio de Mercaderes.
"—¡¡Esclavos!!"
"¡Esa es sólo tu opinión! ¡El Rey Hechicero ya dijo que no los tomará de esclavos! Todo lo que tenemos que hacer es enviar gente para que se aseguren de eso, ¿cierto? Y más importante aún... Si bien esto podría parecer excesivo... La artesanía rúnica es una tecnología obsoleta. Teniendo en cuenta que en cualquier momento podría desaparecer, no creo que vaya a ser un problema entregársela. Es muy barato para lo que estamos obteniendo, ¿cierto?"
"Pero perderemos toda esa rama de nuestra artesanía, ¿no crees?"
"Aun así, ahora es el mejor momento para venderla, ¿no?"
"¡Me opongo!"
Mientras gritaba se formaron burbujas en el borde de la boca del Maestro Forjador.
"¿Eso es resultado de la lógica y no de las emociones? No se ve de esa manera para mí."
"¡¡No tengo idea de por qué todos confían tanto en el Rey Hechicero!!"
En este punto, el Comandante en Jefe habló en tonos fríos. Después de haber enfrentado a los Quagoa en batalla, él conocía mejor que nadie la situación de la ciudad. Por lo tanto, no quería desperdiciar palabras en conversaciones inútiles y había permanecido como un observador, pero, finalmente había alcanzado su límite.
"Dejando la confianza de lado, esta ciudad será destruida con total seguridad si es que no hacemos uso de la fuerza del Rey Hechicero. Lo que estás haciendo es abandonar la única cuerda de salvamento que nos queda."
"¿Qué dijiste, mequetrefe?"
"Estoy a cargo del ejercito de esta ciudad. ¡Y digo que la única manera en que podemos protegerla es con el poder de Su Majestad! ¿O quieres destruir la ciudad? ¡De lo contrario, muéstrame otra forma de vencer a los Quagoa sin usar su fuerza! ¡Vejestorio!"
"¡Tú! ¡Has estado llamando Su Majestad a ese monstruo desde que ingresaste a esta habitación! ¡¿Es que has traicionado a este país?!"
El Maestro Forjador tomó de las solapas al Comandante en Jefe.
"¡¿Qué estupidez es esa, tonto viejo loco?! ¡¿Quieres pelear?! ¡Es natural referirse con respeto a alguien de tal poder! ¡Eres tú en quien no podemos confiar!¡¿Sabes que él podría fácilmente aniquilar este país?!¡Si dices que he traicionado a esta nación, entonces todos ustedes están poniendo en peligro a su gente!"
El Comandante en Jefe también agarró al Maestro Forjador del cuello y sus frentes chocaron.
"¡Oigan! ¡Una cosa es no estar de acuerdo, pero no peleen!"
Los otros Enanos se apresuraron a ponerse de pie para separar al par.
Sin embargo, los dos seguían mirándose ferozmente, como preparándose para la segunda ronda.
"En cualquier caso, sometámoslo a votación. Si alguien no está de acuerdo, lo discutiremos luego. Eso será más constructivo que una pelea."
"¿Qué votaremos?"
"En primer lugar, si dejaremos que los herreros rúnicos vayan al Reino Hechicero para poder hacer uso del poder del Rey Hechicero. Todos a favor, levanten la mano."
Todos a excepción del Maestro Forjador levantaron la mano.
"Hm. Entonces, el siguiente punto. ¿Queremos forjar relaciones con el Reino Hechicero y comenzar a comerciar? Todos a favor, levanten la mano."
El resultado fue el mismo de antes.
"Ya veo. Entonces, la votación concerniente al Rey Hechicero — Su Majestad— está decidida. Disculpe Comandante en Jefe, pero ya puede llamar de vuelta a Su Majestad. "
Parte 2
Ainz y compañía fueron invitados nuevamente a la Cámara del Consejo. Después de ingresar, vieron a un solo Enano contrariado mientras que los otros desbordaban positividad. El Comandante en Jefe parecía muy a gusto también.
En otras palabras, todo se había desarrollado como él había esperado. Ainz sonrió en su interior.
"Por favor acepte nuestras más sinceras disculpas por hacerle ir y venir constantemente. Después de discutirlo, hemos decidido proceder como lo desea Su Majestad. Para comenzar, nos encomendamos a la compasión de Su Majestad en lo referente al asunto del emplazamiento de las fuerzas. Después de eso, iniciaremos relaciones diplomáticas y comerciales con la nación de Su Majestad. Sin embargo, la naturaleza de los bienes y los métodos de la transacción requerirán futuras negociaciones para resolver los pequeños detalles."
"Naturalmente. En cualquier caso, en breve les proveeré de la fuerza necesaria para tomar de vuelta la fortaleza e impedir cualquier futura invasión Quagoa. En unos cuantos días enviaré a un representante a encargarse de los puntos delicados de las relaciones internacionales, tras lo cual podrán discutir el asunto en detalle."
Ainz dio un suspiro de alivio.
Tenía que encargarle este tipo de tareas —que requerían conocimientos relevantes— a Albedo. Afortunadamente, ellos no habían insistido en discutir las cosas aquí.
"Entonces, sobre la cuestión del pago a Su Majestad por la recuperación de la Capital Real; el envío de nuestros herreros rúnicos al Reino Hechicero. Nos comprometemos a ello. Sin embargo, nos gustaría enviar a un grupo de inspectores al Reino Hechicero para ver cómo son tratados nuestros hermanos, y para asegurar su bienestar. ¿Podríamos obtener su permiso para hacerlo?"
"Por supuesto. El Reino Hechicero aceptará a estos inspectores."
Ahora los Enanos parecían mucho más aliviados.
¿Se proponían llevar a cabo una inspección del lugar de trabajo? En lugar de eso, parecía más probable que quisieran ver si el Reino Hechicero cumplía su lado del acuerdo laboral entre las dos naciones.
(Por lo general, los contratos laborales nunca son honrados. Sin embargo, juro que no dejaré que nadie termine como Herohero-san. Tendré que elaborar un contrato con términos que los Enanos respeten, que deje que los herreros rúnicos se concentren en el desarrollo de tecnología y similares, entre otras cosas más.)
Ainz aprobó la preocupación que los Enanos tenían por sus colegas.
(No, todo esto es gracias a los Quagoa. Esta situación se dio debido a que conquistaron la fortaleza. Si no hubieran escogido este momento para atacar a la nación Enana, los eventos podrían no haberse desarrollado tan bien. Montar espectáculos de reclutamiento para los herreros rúnicos podría haber tomado mucho tiempo y recursos. Ahora casi me siento mal por tener que exterminarlos...)
Una buena acción merecía otra, después de todo.
"Entonces, ¿cuándo planea dar inicio a la reconquista del Reino Enano, Su Majestad?"
"Umu... Tan pronto como me sea posible."
Aunque no era probable que el Quagoa que había derrotado a los Caballeros de la Muerte fuera un jugador, Ainz no podía descartar por completo la existencia de una conexión. Tenía que comprobarlo a la brevedad posible.
"Entonces, quedamos en sus capaces manos. Para nosotros los Enanos, poder recuperar Feoh Berkanan es como un sueño hecho realidad. Estoy seguro de que la gente se regocijará con la fuerza incomparable de Su Majestad. Puede que suene forzado, pero le aseguro que las palabras me vienen del corazón."
(En otras palabras, si no recupero la capital, las relaciones internacionales serán muy complicadas. No es como si estuvieran tratando de imponérmelo, pero suena bastante egoísta.)
"Ya veo. Entonces, apresuraré los preparativos," asintió Ainz. Y luego pensó en algo.
"Ah sí, tengo una petición. No sé si les importará."
"¿De, de qué tipo de petición se trata, Su Majestad?"
Los Enanos hicieron esa pregunta con nerviosismo. Ainz estaba confundido por su actitud temerosa. Él no había dicho nada que debiera haberlos asustado. Todavía preocupado sobre si había hecho algo extraño, preguntó:
"Tengo la intensión de presentarle un regalo a cierto Hombre Lagarto, y deseo hacer uso de la excepcional mano de obra de los Enanos para ofrecerle una buena armadura."
Alguien inhaló con brusquedad detrás de él.
"Así es, Zenberu," Ainz se volvió para mirar detrás suyo, hacia el Hombre Lagarto que contenía el aliento. "Es para Zaryusu. Podrías decir que es un regalo para celebrar el nacimiento de su hijo."
Ainz había mencionado esto porque quería proteger la vida de Zaryusu. Él seguramente sería padre de muchos Hombres Lagarto poco comunes en el futuro. Por lo tanto, tenía sentido ofrecerle una armadura así de excelente.
La atención de los Enanos se volvió hacia el Maestro Forjador.
Él se cruzó de brazos, todavía frunciendo el ceño hacia Ainz. No parecía aprobarlo en absoluto
"¿Qué le parece? ¿Puede hacerlo?"
Después de ser interrogado nuevamente y de ser persuadido por las personas a su lado, el Maestro Forjador asintió finalmente con la cabeza, su falta de voluntad estaba escrita en toda su cara.
"¿Cuáles son las medidas? Nosotros nos encargaremos del costo."
"Una armadura mágica debería poder adaptarse a las medidas de su portador. ¿Pueden encantarla aquí?"
"No tengo confianza en cuestiones mágicas. Tendrá que consultarlo con el Sumo Sacerdote."
"Si le parece bien un encantamiento de bajo nivel, no debería haber problemas. ¿No le importa, Su Majestad? Creo que usted debería tener mejores encantadores en sus dominios..."
En realidad, había pocos encantadores competentes en el Reino Hechicero. Los encantadores eran básicamente lanzadores de magia especializados, y estos originalmente estaban afiliados con el Gremio de Magos. Sin embargo, el Gremio de Magos del Reino Hechicero estaba esencialmente disuelto.
Además, Nazarick usaba un proceso de encantamiento diferente, el de los cristales de datos. Él quería conservarlos tanto como fuera posible, ya que no podía obtenerlos en este mundo. Naturalmente, nadie en Nazarick podía realizar los encantamientos de este mundo.
En otras palabras, el Reino Hechicero no poseía la capacidad para encantar objetos mágicos. Dicho esto, no había necesidad de informarles esto.
"Si surge la necesidad, todo lo que tengo que hacer es reforzar el encantamiento existente. En cualquier caso, me gustaría adquirir una armadura de esta ciudad. También servirá como publicidad para la forja de armaduras de los Enanos."
"Ooh," los ojos del Maestro Forjador se estrecharon. "Debería estar lista en una semana."
"Ya veo. Eso sería maravilloso. Hasta entonces, estaré ocupado con la reconquista de la capital. Bueno, si la batalla termina antes de que la complete, podría tener que esperar en esta ciudad."
"Hmph. Entonces trabajé más rápido."
Estaba bastante claro que no quería decir, "sería una pena hacerle esperar". Era más como, "terminaré rápido para que no se tome demasiado tiempo dando vueltas en esta ciudad".
(¿Por qué me odia tanto? Yo debería ser un héroe para este país, ¿no? O el libertador que recuperó su Capital Real, ¿cierto? No recuerdo haber hecho nada para merecer tal resentimiento... ¿verdad? ¿Realmente es sólo un viejo tonto y terco?)
"Con respecto al pago—"
"Como dije hace un momento, será libre de cargo."
"Eso decide el precio de este artículo en particular. Cuando hablo sobre un pago, me estoy refiriendo al hecho de que esa armadura es tanto un producto terminado como una muestra. Necesito que me digan cuánto cuesta para poder estimar cuánto se necesita para producir ese tipo de cosas."
"...Yo no decido los precios. Oye, Maestro del Gremio de Mercaderes, tú estás a cargo de eso."
"...Para comenzar, tenemos que tener en cuenta el material del que está hecha la armadura. Eso sin duda afectará el rango del precio..."
"Ah, entonces es así," respondió Ainz, intentando no dejar que se notara en su actitud. "...Entonces dígame, ¿cuál es el metal del grado más alto en esta ciudad?"
Si mencionaban el nombre de uno de los minerales prismáticos, Ainz bien podría abandonar la presente negociación y someter a los Enanos a la fuerza.
Sin embargo, sus preocupaciones eran infundadas.
El metal del que hablaron fue adamantita.
"Adamantita, ¿hm? ¿No hay nada más duro aquí? No, incluso un metal más suave servirá si se trata de una rareza en esta cordillera de montañas."
Tampoco pudieron responder a esa pregunta.
Era posible que ésta fuese información clasificada y que no pudieran hablarle abiertamente de ella a Ainz. Sin embargo, preguntarles directamente no serviría. Usar magia de fascinación les dejaría los recuerdos de haber sido controlados, así que si no podía eliminarlos luego, no era una opción. Lamentablemente, no tenía otra forma de investigar más.
Ya que Gondo no lo sabía tampoco, sólo podía depositar sus esperanzas en los herreros rúnicos veteranos.
Al mismo tiempo que ocultaba su decepción, Ainz sacó un lingote de debajo de su túnica.
"Entonces, nosotros suministraremos el metal. Sólo dígannos cuánto cuesta procesarlo."
Éste era un metal de nivel 45. No era particularmente fuerte, pero era mucho más duro que la adamantita.
Las habilidades defensivas de Zaryusu se dispararían si usaba una armadura hecha de este material. Sería suficiente para protegerlo de la gran mayoría de enemigos de este mundo.
"Y esto es..."
A juzgar por la expresión del Maestro Forjador mientras examinaba el lingote, Ainz estaba seguro que este mineral no podía ser excavado de ningún lugar cerca de aquí.
"Un metal in..."
Ainz cerró la boca antes de decir "inútil". Después de todo, ésta era la materia prima para la armadura que le daría a Zaryusu. No podía decir ese tipo de cosas frente al herrero que se encargaría de la tarea.
"Es un metal adecuado. Tengo algunas armas hechas del mismo material. Un momento, por favor."
Ainz se puso de pie y dejó la habitación antes de buscar en su inventario.
Luego de buscarlo un momento, sacó una espada corta extraña —una de las armas en Yggdrasil que había sido diseñada dándole más importancia a su forma que a su función. Luego regresó a la habitación. Asustados por el hecho de que Ainz sostenía una espada, los Enanos se movieron inquietos en sus asientos. Ainz colocó la espada corta en la mesa y la deslizó hacia ellos.
Afortunadamente se detuvo frente al Maestro Forjador.
Él no tomó la espada que se deslizó frente a él, en lugar de eso la estudió con una mirada aterradora en la cara. Debía de haberlo molestado de alguna forma.
"Es ésta. Como es una espada, no sé si pueda usarla como referencia para la armadura. ...¿Qué le parece? ¿Puede hacerlo?"
Por alguna razón, esas palabras provocaron que el Maestro Forjador enrojeciera.
"¡Lo haré y se lo mostraré!"
Sintiendo la poderosa determinación en la voz del Maestro Forjador, Ainz asintió.
"Umu. Entonces, por favor encárguese de eso. Me gustaría una armadura de cota de malla, si fuera posible. También le prestaré la espada; si necesita algo más, no dude en hacérmelo saber. Zenberu, tú deberías estar más familiarizado con Zaryusu. Háblale sobre su tamaño corporal, forma y esas cosas."
"Lo entiendo, Su Majestad."
"Entonces... Eso concluye mi petición. Si está bien con ustedes, voy a excusarme."
"¿Su Majestad, podría preguntarle a dónde está yendo?"
"Ahh, Comandante en Jefe. Había un Enano a quien rescaté en la ciudad del sur, ¿verdad? Fui invitado a su hogar, y hoy seré huésped allí. ...Dejemos la ceremonia de recepción para después."
O mejor dicho, Ainz no quería avergonzarse a sí mismo, así que deseaba evitar dicha ceremonia. Por supuesto, en realidad no podía decir eso.
El Comandante en Jefe se veía un poco incómodo.
"Entiendo los deseos de Su Majestad. Sin embargo, sería un tanto angustiante si se corriera la voz de que el salvador de nuestra nación tuvo que buscar alojamiento personalmente. Ya hemos preparado una habitación de lujo para usted; ¿no consideraría descansar allí por hoy?"
Ainz examinó la propuesta. Las palabras del Comandante en Jefe eran aceptables, y no había ninguna razón para negarse.
"Entonces hagamos eso. Iré a visitar a Gondo —el Enano que me trajo aquí— y me disculparé por dejarlo plantado."
(Confío en que no tratará de obstaculizarme más.) Parecía que el Comandante en Jefe y los otros ya no tenía ninguna otra objeción.
Parte 3
Otro Enano ingresó. Se trataba de un herrero rúnico. En estos momentos había muy pocas personas en esta ciudad que se llamaban a sí mismos herreros rúnicos, y él era uno de ellos.
El Rey Hechicero le había dado algo a Gondo, que él a su vez había repartido a todos los herreros rúnicos que conocía. Los resultados fueron excelentes. Incluso antes de la hora acordada, nueve de diez Enanos a los que se había acercado se encontraban ya en su taller y laboratorio de investigación. No había ninguna duda de que el resto también llegaría pronto.
"¡Por aquí!"
"¡Oh! ¡Gondo! ¡Ya voy!"
La cara del Enano que se acercaba tenía escrita la palabra anticipación por todos lados.
"¡Muy bien, ahora dámela como acordamos!"
¿Cuántas veces hasta ahora habían sido repetidas esas palabras? Aunque Gondo las encontraba irritantes, lo racionalizó como una forma de trabajo, y le dio al Enano la misma respuesta que les había dado a los otros:
"El Rey Hechicero tiene algo que decirles a todos. La obtendrás después de eso."
"¿Qué?"
"Ya te lo dije, ¿no? Antes de darte esa botella pequeña. Su Majestad tiene algo que decir, y luego de que lo escuches hasta el final, obtendrás una botella grande."
"Hm, bueno, en realidad como que lo recuerdo..."
"Muy bien, si lo entiendes, entonces siéntate por allá."
"Umu... También, ah, Gondo. Sobre eso..."
Gondo sabía qué vendría incluso antes de oírlo. Todos y cada uno de los herreros que habían venido habían dicho lo mismo.
"Nadie además de Su Majestad tiene tal vino. ¿Lo entiendes? ¿Entiendes que un vino de este tipo sólo se puede obtener en su país?"
"Mm, mhm. Eso es verdad. Ese sabor, como alegría esparciéndose en la boca... se desliza por la garganta, pero quema en las tripas..."
"Mhm. Muy bien, si lo entendiste, entonces siéntate por allá."
Gondo empujó al herrero —que estaba imaginando delicias desconocidas— en la dirección apropiada.
"Vamos, no seas así. Ya lo has probado antes, ¿no? Puedes entender cómo me siento, ¿verdad?"
"Nunca lo he tocado. No soy aficionado a las bebidas."
"¡Oh, qué desperdicio! ¡Gondo, te estás perdiendo cuatro quintos de la vida!"
"Si, si, si, apresúrate y siéntate. Mira, todos esos tipos lo han bebido también, deberías ir a discutirlo con ellos."
"¡Ohhh! ¡¿De verdad?!"
El emocionado herrero comenzó a correr y luego se detuvo de pronto. Luego, se volteó a ver a Gondo. Muchos de los herreros habían hecho lo mismo también.
"Digo, Gondo."
"Está bien. No te preocupes por mí."
"¿De verdad? Pero..."
"Está bien. Es por eso..."
"...Lo entiendo. Sin embargo, hay algo que debes recordar. Puedes venir a pedirme ayuda en cualquier momento."
Después de decir eso, el herrero se movió a sentarse con los otros. A continuación, se unió a la entusiasta discusión sobre las alegrías del alcohol.
Gondo suspiró, su corazón doliéndole ligeramente.
El Rey Hechicero Ainz Ooal Gown le había dado cierto artículo a Gondo con el fin de reunir a los herreros rúnicos.
Ése artículo era vino.
Gondo no bebía, pero ningún Enano podía resistir el sabor de un delicioso vino. Por lo tanto, al estimular sus apetitos con una pequeña muestra de alcohol exótico y de prometerles una botella grande después, deberían poder reunir a alrededor de la mitad de los herreros. Eso fue lo que el Rey Hechicero había dicho. Sin embargo—
Cada asiento en este lugar parecía estar ocupado.
Gondo suspiró de nuevo. En lo personal, no quería reunirlos con este tipo de trucos baratos. En lugar de eso, quería inflamar su orgullo como artesanos y hacer que se reunieran.
O mejor dicho — ése era sólo el deseo egoísta de Gondo.
El Rey Hechicero había usado el método más rápido y efectivo para reunir a los herreros. Confiar en sus orgullos para reunirlos a todos habría desperdiciado mucho tiempo valioso.
Los herreros rúnicos se encontraban en una situación desesperada. Había perdido la prueba de que ellos y sus ancestros habían existido, mientras que todo lo que tenían por delante era oscuridad. Sumidos en la negatividad, no era de extrañar que muchos de ellos se habían dado al abandono. Muy pocos Enanos seguían llamándose a sí mismos herreros rúnicos y tampoco practicaban su oficio. La mayoría había quitado los carteles de sus talleres y simplemente vivían día a día en una existencia sin esperanzas ni sueños.
¿Podría él reavivar el fuego en corazones como los suyos?
Gondo esperaba con entusiasmo a Ainz y a lo que sucedería a continuación.
A la hora señalada, Gondo verificó el número de Enanos que se habían presentado. Cada uno de ellos estaba presente.
"¿Bueno? Ainz-sama preguntó si podía comenzar."
La niña que había corrido hacia Gondo era uno de los ayudantes de confianza del Rey Hechicero, Aura.
"Oh, ¿podrías decirle a Su Majestad que todos se han reunido?"
"Lo tengo~"
La niña se alejó corriendo. Mientras la observaba marcharse, Gondo inclinó la cabeza a un lado.
No estaba del todo seguro qué era exactamente esa niña. ¿Por qué ese casi omnipotente señor no-muerto confiaba tanto en ella? ¿Era ella la prueba de su amistad con los Elfos Oscuros?
Mientras Gondo reflexionaba sobre eso, Ainz Ooal Gown dio un paso al frente sobre una plataforma elevada. A su lado se encontraba la otra mujer que le servía de ayudante.
"¡Ohhhhhh!"
"¡No-muertos!"
"¿Un enemigo?"
Los Enanos cayeron en el caos. Eso era de esperarse. Los no-muertos eran enemigos de todo lo vivo.
"Eso—"
"—Silencio."
La mujer —Shalltear Bloodfallen— levantó la botella en su mano.
Los ojos de todos pudieron distinguir el resplandor ámbar en su interior. Ellos eran gente intensamente práctica, así que su atención se centró en la botella en lugar de en la cara de no-muerto de Ainz, y quedaron en silencio.
"Ainz-sama, ¿cuál es su voluntad?"
"No, no pasa nada. Gracias por tu arduo trabajo, Shalltear. ...Muy bien, todos, gracias por venir. Hay suficiente vino para todos, así que después de esto, sólo tomen una botella a medida que avanzan. Hasta entonces, espero que se mantengan en silencio y que me escuchen. Por supuesto, si sienten que las palabras que un no-muerto no merecen ser escuchadas, son libres de marcharse en el acto. Por supuesto, no obtendrán una botella de este vino."
El Rey Hechicero recorrió a todos los Enanos con la mirada.
Cada fibra de su ser —desde su actitud a su dicción y muchas otras cosas— eran prueba cierta de su sobrecogedor poder. Luego estaba su porte altivo y majestuoso que hacía que se encogieran instintivamente ante él. Era como si cada una de las articulaciones de sus dedos estuviera imbuida de poder.
"Entonces... ¿Confío en que no habrá objeciones si comienzo a hablar?"
Los Enanos asintieron en silencio.
"En primer lugar, soy el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown. Los dominios al sur de esta cordillera de montañas, pasando el Gran Bosque de Tob, me pertenecen. Poder reunirme con ustedes, estimados herreros rúnicos, me complace desde lo profundo de mi corazón. Muy bien: lo que tengo que decirles es una propuesta muy simple, y también una petición. Quiero usar su artesanía rúnica para comenzar una revolución en el encantamiento de objetos mágicos."
Mientras oía las palabras del Rey Hechicero, una dolorosa espina —nacida de la decepción y la desesperación— atravesó el corazón de Gondo.
Gongo agitó la cabeza.
Hizo a un lado el asunto de su padre y de su abuelo, y miró a las caras de los herreros a su lado. Todos tenían expresiones amargas en el rostro. No parecía que sus respuestas serían positivas.
"Perdóneme, pero tengo una pregunta que deseo hacerle."
El Enano que había levantado la mano le dio un vistazo a Gondo.
"¿Por qué quiere nuestro arte? Francamente, es un arte en extinción en este país también."
El Enano que había hablado era uno de los herreros mayores que estaban presentes.
"...Es simple. Quiero que redescubran los secretos perdidos de su arte."
"¿Perdidos?"
Ante la mirada de los herreros rúnicos, el Rey Hechicero sacó una espada de su dimensión de bolsillo.
Los enanos perdieron el aliento al unísono.
Era conmoción, nacida de ver una espada siendo sacada de la nada. También era terror ante la visión de un rey esquelético, envuelto en una luz profana y sosteniendo una espada.
Pero la razón por la que Gondo exclamó muy a su pesar era el mismo asombro que inundaba a cada una de las personas aquí.
Era una espada de hoja negra de calidad extraordinaria. El filo increíblemente fino prácticamente brillaba con un resplandor mágico.
"Qué... qué espada tan extraordinaria..."
"Increíble... nunca en mi vida he visto algo así..."
"¿Ésta es la espada de la mitología Enana?"
"¡Ohhhh! Qué, qué visión maravillosa es ésta..."
El Rey Hechicero levantó la espada, como para mostrársela a los Enanos. Los ojos de Gondo también siguieron instintivamente su brillo.
"Muy bien, caballeros, por favor presten atención al cuerpo de la espada."
Gondo siguió a donde el Rey Hechicero estaba apuntando, y gritó. Lo mismo que los otros herreros.
Había 20 runas de color purpura grabadas allí.
Sin embargo, sólo Gondo se percató de que una de las runas en la espada era la misma que el Rey Hechicero había descrito durante su encuentro en el túnel.
(Ya veo. Así que es por eso que sabía tanto sobre runas.)
Debía de haber obtenido ese conocimiento al estudiar cuidadosamente esa espada.
"Entonces, deseo preguntarles, caballeros. Hay 20 runas en esta espada; ¿es posible algo como esto?"
No había necesidad de decirlo — era imposible. Nadie aquí podía hacerlo, sin importar cuánto se esforzaran. Y entonces, estaba esta espada, que parecía existir sólo para burlarse de su incapacidad de hacerlo.
Los herreros se levantaron de sus asientos, cada uno con un furioso infierno ardiendo en sus ojos. Había una pasión en ellos que no había estado allí cuando estaban hablando sobre bebidas. Entonces, la multitud se lanzó al frente como una horda de zombis abalanzándose sobre los vivos, a los pies del Rey Hechicero.
"¡Déjeme verla!"
"¡Por favor! ¡Déjeme tocarla!"
"¡Podría aprender algo! ¡Se lo ruego!"
"¡Insolencia!"
La chica del cabello plateado miró a los Enanos invasores con una mirada aterradora en los ojos. Los Enanos se congelaron por un instante, como atravesados por un miedo que cortaba como cuchillas de hielo. Y entonces—
"—Hacen demasiado ruido. Tranquilícense."
No había duda de que estaban en presencia de un verdadero gobernante.
Su aura era la de un líder completamente seguro de su posición. Por otra parte, podría haber sido porque era un maestro incomparable de la muerte.
Gondo había sabido esto desde que había conocido a Ainz en aquel túnel, pero en ese entonces Ainz no había revelado ese lado de sí mismo. Debía haber sido un acto para evitar que Gondo se encogiera de miedo. Ésta debía ser la verdadera naturaleza del Rey Hechicero.
(No puedo adivinar su expresión, pero parece estar complacido. Debe ser debido a que todo está marchando como planeaba.)
"Un momento, buenos herreros. Por favor escúchenme hasta el final. Después de eso, podrán tocarla directamente. No continuaré a menos que se hayan sentado, y tampoco podrán obtener esta espada."
Abatidos —intimidados por su aire de soberano poder— los herreros regresaron a sus lugares.
"Gracias. Entonces, retomaré desde donde me quedé. Mi pregunta sigue en pie — una espada con 20 runas grabadas en ella, ¿está dentro de sus capacidades?"
Todos miraron al más viejo y más experimentado de los herreros. Él negó impotente con la cabeza y respondió:
"No lo está. Hasta donde sé, sólo he oído hablar de seis."
Un torrente de preguntas hizo erupción.
"¿Qué? ¿Seis? ¡Yo sólo he oído de cinco! "
"...Ya veo. Parece que pocos saben sobre esto, pero hace 200 años, el martillo que el Rey blandía, tenía seis runas grabadas en él. Ése era el tesoro secreto del arte de los herreros rúnicos."
Gondo recordó a su abuelo.
Pensó en la cara de un herrero rúnico de hacer 200 años, un hombre que era un veterano de la forja de armas.
"¡Ohhhh! ¿Es ése el martillo que podía hacer temblar la tierra? Creo que una vez oí de él en una canción..."
"Correcto. Incluso los herreros rúnicos —aclamados como genios y prodigios— de ese tiempo no podrían producir un arma con 20 runas en ella..."
"Ya veo. Así que ésta debe ser un arma hecha con las técnicas perdidas, entonces."
"¿Hm? ¿No lo sabe tampoco, Su Majestad?"
"No estoy seguro de cómo fue hecha esta espada. Con toda honestidad, simplemente está en mi posesión. Y... sus creadores ya no están en este mundo."
"Con eso quiere decir... ¿Se han perdido más técnicas valiosas, entonces?"
Los rostros de los herreros se llenaron de dolor. Gondo también sentía lo mismo.
"Debido a eso—"
Todos aguardaban las palabras del Rey Hechicero.
"Debido a eso, quiero revivir esas técnicas. Por lo tanto, necesito su fuerza. Quiero que creen algo como esta espada, sin importar el costo."
Se hizo el silencio.
Huelga decir, se debía a que todos eran conscientes de qué tan cerca de ser imposible era esta tarea.
Aun los más hábiles entre los herreros rúnicos presentes se habían tenido que esforzar mucho para grabar cuatro runas a la vez. El Rey Hechicero les estaba pidiendo cinco veces esa cantidad. Sin embargo, ninguno de ellos dijo "es imposible". Ellos tenían su orgullo de artesanos, y luego de ver la obra maestra de un artesano anterior, no podía atreverse a negarlo.
(Esa espada es como un reto de los herreros de antaño para los herreros de hoy), pensó Gondo.
"Quiero crearla."
Alguien susurró esas palabras.
Pronto, esa voz no estuvo sola.
"Yo también."
"Quiero intentarlo."
"Mm, quiero mostrarle al mundo cómo se ve una leyenda real."
"No, seré yo el que será aclamado como leyenda."
"Qué tontería es esa. Soy yo el que soportará esa pesada carga."
El sonido de los aplausos resonó atravesando el aire. Su origen estaba en el Rey Hechicero sobre el estrado. Aunque no sabían cómo lo había hecho con sus manos huesudas, se decía que todas las cosas le eran posibles a un lanzador de magia.
"Maravilloso. Sin embargo, ¿pueden hacerlo por si solos? ¿Pueden elevar sus voces y desafiar a una leyenda? Puede que sea posible. Puede que no. Por lo tanto, espero que vengan a mi país y dediquen sus vidas a la creación de nuevas técnicas."
Se hizo el silencio una vez más.
Gondo era muy consciente de lo que estaban sintiendo.
El Rey Hechicero les estaba ofreciendo a estas personas —que eran muy conscientes de que su arte prácticamente estaba extinto en la nación de los Enanos— una brillante oportunidad en la palma de su mano extendida.
¿No deberían apostar sus vidas en este desafío?
"Muy bien entonces, les confiaré esta espada a ustedes."
El Rey Hechicero bajó del estrado, presentado el mango de la espada a uno de los herreros de mayor edad. Tal vez fue coincidencia, o tal vez lo había investigado de antemano, pero el hombre a quien se la presentó era considerado un genio sólo superado por el fallecido padre de Gondo, y su voz tenía mucho peso entre los herreros rúnicos.
Él no extendió la mano para recibirla.
Era natural estar confundido cuando se recibía semejante gran espada.
"¿Re, realmente está bien? ¿Está bien entregarle semejante espada —un arma que puede que no vuelva a ver en toda mi vida— a alguien como yo?"
"En este momento, ustedes no son Enanos tentados por el vino, sino herreros rúnicos que desean asumir un reto. Puedo poner mi confianza en eso. Además, dejaré esta ciudad por un tiempo. Por lo tanto, simplemente se la estoy prestando a ustedes."
El Enano se enderezó.
"...Ya veo. Entonces, por favor permítame tomarla prestada, Su Majestad."
Se inclinó profundamente, y recibió la espada con el máximo respeto.
"Sin embargo, debo decir que no entiendo del todo las técnicas de la artesanía rúnica. ¿Es posible tallar runas en la hoja de una espada y luego encantarla con magia?"
"No funciona de esa manera, Su Majestad. Las runas son caracteres imbuidos con mana. Por lo tanto, las runas grabadas y los encantamientos se repelen mutuamente. Si un poderoso lanzador de magia intentara añadir un encantamiento, las runas se distorsionarían."
"Entonces es así..."
"A propósito, cuando dice que dejará Feoh Gēr, ¿a dónde se dirigirá?"
"Ah, iré a su antigua Capital Real."
Los enanos gimieron todos a la vez.
Los oía decir cosas como "Esas ruinas—" "A un lugar tan peligroso—" "Donde aún gobiernan los Quagoa—"
Gondo sabía eso, pero había un mensaje en sus palabras que no podía pasar por alto.
"Dicen que hay tres desafíos a la espera de aquellos que desean ir allá desde este lugar. ¿Estará bien?"
"Los tres peligros, que se dice son infranqueables. Incluso si logra superar los primeros... el Laberinto de la Muerte es impenetrable."
Todos los oradores eran Enanos mayores. Como era de esperarse de aquellos que eran viejos y llenos de años, parecía que sabían cosas que incluso Gondo no sabía. Podría ser mejor preguntarles sobre ello e informar al Rey Hechicero.
El herrero rúnico que se había enderezado le ofreció consejo al Rey Hechicero.
"Su Majestad, ese lugar debe ser la guarida de un Dragón gigantesco. Ese señor de los Dragones de Escarcha, el Lord Dragón Blanco, podría estar allí. Él fue la razón de la destrucción de Feoh Tiwaz. Sé que Su Majestad es poseedor de un gran poder, pero en mi humilde opinión, ese Lord Dragón es igualmente poderoso. Le ruego que tenga cuidado."
"...Un Dragón, entonces. Efectivamente, será un oponente muy interesante. Entonces procederé con la mayor de las cautelas y me encargaré de él con mucho cuidado."
Después de eso, hubo numerosas preguntas más simples, y se disolvió la reunión. Esto porque todos se habían dado cuenta de que cuanto antes terminara, más tiempo tendría el Rey Hechicero de recuperar su capital. (No podían soportar interponerse en el camino de eso), pensó Gondo.
O tal vez, querían inspeccionar la espada que habían recibido.
Gondo no sabía cuál de las respuestas era la correcta, pero dado el infierno en los ojos de los artesanos Enanos, probablemente era la última.
***
A Ainz lo inundaba el deseo de gritar "¡Yahoo!"
Se había estado sintiendo de esa manera desde que había terminado su presentación. No era diferente a cuando había sido Satoru Suzuki. Ya fuera si había tenido éxito o no, quería gritar mientras disfrutaba de la sensación de liberación y alivio.
"¡Eso fue asombroso, Ainz-sama! ¡Realmente logró emocionarlos a todos!"
"Fue realmente increíble. ¡La única persona en Nazarick que podría hacer eso es usted, Ainz-sama!"
Ainz resistió el impulso de decir, "Ah, no~" con vergüenza mientras Aura y Shalltear lo elogiaban. Tal vez si se tratara de Demiurgo o Albedo, podría mirarlos furtivamente preguntándose si se estaban burlando de él. Pero ya que eran Aura y Shalltear, podía tomar sus palabras tal cual. Si fuera Satoru Suzuki, tal vez incluso diría, "estoy agotado, ¿quieren tomar algo?" y se dirigiría a una máquina expendedora, pero el hombre que gobernaba Nazarick y el Reino Hechicero no podía decir tales cosas."
"—Hm, bueno, no fue difícil. Estoy seguro de que Demiurgo o Albedo podrían haber hecho un mejor trabajo."
"¡Por supuesto que no!"
"¡Sip sip! ¡Incluso esos dos no habrían podido haber jugado tan bien con esos Enanos!"
Ainz no pensaba de esa manera, pero no había esperado que la situación se desarrollara tan bien. Y entonces, el creciente sentimiento de culpa sobre si su éxito era una cosa buena comenzó pesar en él.
Naturalmente, la espada que les había mostrado a los Enanos era un objeto de Yggdrasil.
Yggdrasil no tenía un sistema de runas. Por otra parte, podría haber existido en los datos del juego, pero nunca llegó a ser descubierto por nadie hasta el mismísimo final. Por lo tanto, las runas grabadas en esa espada era meramente cosméticas — eran decoración.
Al principio, había pensado que tal vez podrían mostrar interés si veían esa espada. Pero había sido tomado completamente por sorpresa por la intensidad de su reacción, hasta el punto que lamentaba un poco haber dicho que quería que hagan una espada como esa.
Sin embargo, Ainz suprimió ese sentimiento.
Tenía que fortalecer la Gran Tumba Subterránea de Nazarick. Ya que un enemigo con un Objeto de Clase Mundial podría presentarse en el futuro, y podría haber jugadores ocultos luchando en su contra, tenía que incrementar su fuerza de combate.
Ainz miró a Shalltear.
Era una chica vampiro que parecía estar sonrojada por la vergüenza — algo que en realidad era bastante sorprendente si se pensaba en ello. Ella era la semilla que Peroroncino había dejado atrás. Y era la primera NPC que él no había tenido más remedio que matar con sus propias manos.
Su supresión emocional anuló la oleada de odio subsiguiente, pero aun así, no podía olvidarlo. No podía olvidar la sombra del poseedor del Objeto de Clase Mundial que lo había obligado a hacer tal cosa.
Con el fin de alcanzar su objetivo, incluso hacer miserables a las personas con mentiras era algo difícilmente digno de atención. Lo más importante en este mundo eran los residentes de Nazarick. Todas las otras vidas estaban dos o tres peldaños por debajo.
La igualdad de las vidas no eran más que los desvaríos de un lunático.
Si todas las vidas tuvieran el mismo valor, entonces a él le gustaría colocar en una silla eléctrica a un hombre que torturaba gente hasta morir y en otra a un campeón de dicha igualdad, y entonces hacer que este último decida quién de ellos debía morir. Cualquiera que realmente dijera que le confiaba su destino a una tirada de dados era un verdadero creyente.
Sin embargo, Ainz mataría al primero sin dudarlo. Esto porque Ainz sabía que las vidas no eran todas iguales. No había comparación entre las vidas de los NPCs en Nazarick y las vidas de la gente de fuera de ella.
"¡Ése es Ainz-sama para ustedes!"
"¡Tienes razón!"
Antes de que pudiera terminar el hilo de sus pensamientos, los elogios de Aura y Shalltear le acuchillaron el corazón. En todo caso—
"No digan que 'jugué con ellos'. Simplemente les dije la verdad."
Les había dicho eso debido a Gondo, que debería de haber estado detrás de él.
Sin embargo no hubo respuesta desde atrás, y un Ainz un tanto confundido se dio la vuelta.
Gondo se acercó sin hacer ruido, preparado para despedirse de Ainz.
"...¿Qué sucede, Gondo?"
Al ser abordado, Gondo levantó la cabeza.
"...Su Majestad. Ya que les dijo eso a ellos, ¿debo entender que el Consejo aprobó enviarle a los herreros rúnicos?"
"En efecto. Dijeron que en futuro también enviarían a un equipo de inspección para ver si eran tratados como esclavos, pero fundamentalmente, acordaron hacerlo."
"Ya veo... ¿Así que esas grandes personas realmente sienten que la artesanía rúnica ya no es necesaria?"
Las lágrimas de Gondo corrieron por sus mejillas.
Ainz estaba sorprendido. Fuera de la infancia, las lágrimas de un hombre eran una rareza.
Esas lágrimas debían estar siendo derramadas porque se había enterado de que el arte que admiraba y del que se enorgullecía tanto había sido declarado inútil y abandonado por su país.
¿Pero ése realmente era el caso?, pensó Ainz. Dadas las circunstancias de su nación, habría sido difícil que se negaran a un pedido de una nación que se había comprometido a enviarles refuerzos.
Las necesidades de la mayoría superaban a las necesidades de unos pocos. Ésa era una verdad entre las naciones.
Incluso Ainz mataría a cientos de millones de personas por Nazarick.
Aun así, no había necesidad de decirle nada de eso a Gondo.
"En efecto, Gondo. Este país parece que ve a sus herreros rúnicos como desechables. Los entregaron casi sin resistirse cuando se los pedí."
Gondo, así como los herreros rúnicos que podrían oír esto de él, tenían que abandonar su país en cierta medida. Aunque era muy difícil olvidar por completo la tierra en la que se había nacido, seguía siendo un paso necesario para que dediquen su completa lealtad al Reino Hechicero.
Ainz le dio unas suaves palmaditas al hombro de Gondo.
"Sin embargo, lo mismo no se puede decir de mí. Puedo sentir el potencial de los herreros rúnicos."
Incluso si los sueños de Gondo no se podían realizar, monopolizar a estas personas cualificadas y usar sus investigaciones podría permitirle a él desarrollar una contramedida contra enemigos que usaran armas rúnicas.
El conocimiento era poder.
"...Incluso si han sido descartados por un país, las cosas no han acabado siempre y cuando haya otro que los necesite, ¿no lo crees?"
Ainz le dio varias palmaditas al hombro de Gondo. Y éste se limpió la cara con torpeza.
"...Muchas gracias, Su Majestad. Por favor permítame cumplir con sus expectativas con todas mis fuerzas."
"Umu, umu. Esperaré eso con interés."
Ainz sonrió —aunque su cara no se movió— como diciendo, "confío en ti."
Por otra parte, Ainz había estado pensando.
Sería bueno si él pudiera aprender sobre la Capital Enana. Probablemente necesitaría que Gondo trabaje un poco las piernas para obtener algo más de información. Y luego, tenía que hablar con el Comandante en Jefe.
(En Yggdrasil los Dragones podían vivir por siempre. No sería extraño que sean individuos de poder inimaginable. Así que con toda seguridad habrá un Dragón de Escarcha esperando por mí...)
De pronto, la cara de un hombre joven — no, de una mujer joven, apareció en su mente.
"Ahora que lo recuerdo, ella dijo que quería ayudarme a aprender más sobre ellos... Qué lástima."
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