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miércoles, 19 de octubre de 2016

Overlord v11 c3

Traductor: Erb
http://overlord-es.blogspot.com/
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Volumen 11 - Capítulo 3
 La Inminente Crisis


Parte 1

La Gran Grieta.

Se refería al gran abismo que recorría el lado occidental de la Capital Enana, Feoh Gēr.

Era una grieta inmensa, de más de 60 kilómetros de largo y 120 metros de ancho en su punto más estrecho. Su profundidad era desconocida. Nadie sabía qué aguardaba allá abajo, y nadie había regresado vivo de las dos expediciones que habían sido enviadas a investigar.

Durante mucho tiempo, esta barrera natural había protegido Feoh Gēr de todo tipo de ataques de monstruos. Ellos podían frustrar a cualquier monstruo de occidente que intentase invadir, siempre y cuando defendieran el puente colgante que se extendía cruzando la Gran Grieta.

Hoy sin embargo, la guarnición de Feoh Gēr —la base militar que se encontraba entre la Gran Grieta y Feoh Gēr— se encontraba envuelta en un torbellino de gritos y confusión.

"¿Qué está pasando? ¡Que alguien me diga exactamente qué está pasando!"

El grito vino del Comandante en Jefe del Ejército Enano, un veterano de más de 10 años de servicio.

La información que les llegaba era confusa y contradictoria, y nadie tenía idea de qué estaba sucediendo. De lo único que podían estar seguros era que algo estaba sucediendo en la fortaleza que defendía la Gran Grieta.

"¡La información más reciente que tenemos indica que los Quagoa están atacando!" dijo uno de los comandantes de pelotón, leyendo un reporte proveniente de la fortaleza.

Las noticias como ésa difícilmente estaban fuera de lo común. Los Quagoa y los Enanos eran enemigos mortales, y ellos atacaban frecuentemente en grupos de cientos. En sus diez años de servicio, había habido más ataques de los que el Comandante en Jefe podía recordar, pero hasta ahora todos habían sido repelidos en la fortaleza. Ninguno había logrado acercarse a la guarnición, ni mucho menos a la mima Feoh Gēr.

Esto se debía a que los Quagoa eran una raza fuerte contra los ataques con armas, pero muy débil contra ataques eléctricos. Sabiendo esto, ellos habían abastecido la fortaleza con objetos mágicos que podían producir [Relámpago] y efectos similares.

[Relámpago] era un hechizo que atravesaba al enemigo en línea recta, y por lo tanto era extremadamente efectivo contra un enemigo que se alineaba a sí mismo para atacar cruzando un puente. Podía arrasar con una ola completa de Quagoa con un solo ataque, y encima de eso, los Enanos que protegían el lugar estaban armados con ballestas encantadas con la habilidad de producir daño adicional.

Al contrario, los Enanos en la guarnición eran inferiores tanto en equipo como en número. Sin embargo, eso no se debía a que no desearan asignar poder militar a una base importante, sino a que el Ejército Enano siempre había carecido de suficientes hombres. En consecuencia, la fortaleza tenía que tomar a sus defensores de una escasa reserva de tropas, y tenía que hacerlo en números que no generaran crítica.

A pesar de esta especialización contra los ataques Quagoa, ahora la fortaleza se encontraba en un estado tal que ni siquiera tenían personal disponible para pedir ayuda. ¿Qué significaba eso?

"¡No me digas que fueron atacados por tantos enemigos que no pudieron defenderse! ¿Ha habido algún otro mensaje de la fortaleza?"

"Ninguno hasta ahora."

Un sudor frío recorría la espalda del Comandante en Jefe.

Las palabras "gran invasión" le vinieron a la mente. Desde hacía varios años que había habido rumores de una cosa así, sin embargo, él había estado haciendo lo mejor que podía para engañarse a sí mismo, diciendo que no había tal cosa. Sin embargo, se estaba desarrollando frente a sus ojos.

El Comandante en Jefe recobró la compostura. Ahora no eran el momento de reflexionar sobre esas cosas horribles.

¿Qué era lo que debía hacer ahora?

Un túnel de ligeramente empinado y con forma de espiral conectaba la fortaleza con la guarnición, y más allá estaba la capital Feoh Gēr. La caverna en la que se localizaba la guarnición era su línea defensiva final, y además, contaban con puertas de mithril que eran de aleación de orichalcum. Podían resistir un ataque enemigo desde el túnel si cerraban las puertas.

¿Deberían cerrarlas?

Si lo hacían, no podrían enviar refuerzos desde aquí. En otras palabras, estarían abandonando a sus camaradas, quienes podrían estar luchando por sus vidas en la fortaleza.

Sin embargo, su vacilación sólo duró un momento.

Había menos de 20 personas en la fortaleza. En Feoh Gēr había más de 100'000 Enanos. Sólo podía haber una respuesta cuando se pensaba en cuál de los lados tenía prioridad.

"¡Cierren las puertas!"

"¡Transmitan la orden! ¡Cierren las puertas!"

Antes de que los ecos desaparecieran en el aire, un zumbido vino de la tierra. Lentamente, las puertas cubrían la entrada. Estas puertas, que no habían sido tocadas excepto en los entrenamientos, estaban siendo usadas ahora para su verdadero propósito.

"¡Señor! ¡Son los Quagoa!"

"¡¿Qué?!"

Luego de oír el grito de los soldados vigilando la entrada del túnel, el Comandante en Jefe se volvió para mirar. Vio la desagradable figura de un semihumano, con espuma en la boca, y ojos inyectados de sangre.

Sin armas encantadas con electricidad, incluso uno de ellos era un oponente formidable. Y ahora, hordas de ellos, tantos que no podían contarlos con ambas manos, estaban dirigiéndose hacia allí.

¿Cómo podía ser esto posible? ¿La fortaleza realmente había caído? ¿A cuántos hombres habían traído los Quagoa? ¿Podían resistir contra ellos incluso si cerraban las puertas?

El Comandante en Jefe tenía estas y muchas otras cosas en el corazón, pero al final sacudió la cabeza.

"¡No los dejen entrar! ¡Lanceros, adelante!"

Con fuertes gritos, los soldados se formaron en una línea de lanzas.

Incluso ver esto no detuvo la velocidad de avance de los Quagoa. Esto se debía a que confiaban en que sus pelajes y pieles los protegerían del metal.

El Comandante en Jefe chasqueó la lengua. Los Quagoa habían tomado una decisión acertada. Sus pieles eran tales que las flechas de las ballestas rebotaban cuando eran disparadas contra ellos. Lo único que una línea de lanzas podía hacer era mantenerlos a raya. Sin embargo, las personas aquí habían anticipado que los Quagoa intentarían algo como esto, y naturalmente habían tomado medidas contra ello.

"¡Magos! ¡Ataque relámpago!"

Un hechizo de área de efecto de tercer nivel, [Bola de Trueno] y dos hechizos de segundo nivel, [Lanzas de Trueno] vinieron desde la terraza que daba hacia los lanceros, en un ángulo que no golpearía con ellos.

Los lanzadores de estos hechizos eran tres de los más poderosos magos en el ejército.

El grupo corriendo a la cabeza de la horda fue aniquilado instantáneamente por la [Bola de Trueno], como se podría haber esperado de la perdición de los Quagoa. Los Quagoa detrás de ellos dejaron de moverse para evitar ser golpeados también.

Sólo fue por un breve lapso, pero les dio un respiro.

Las puertas se cerraron con un gran clang. Y los sonidos de martillazos y golpes se filtraron hacia el otro lado de las resistentes puertas.

La tensa atmósfera en el aire se aligeró un poco. Sin embargo, el Comandante en Jefe, los hombres alrededor de él, y todos aquí sabían que esto no había terminado aún.

Las puertas eran muy resistentes. Los dientes y garras de los Quagoa regulares no podrían dañarlas. Sin embargo, algunos Quagoa tenían dientes que se decía podían rivalizar en dureza con el mithril. Aunque estos eran seres del nivel de líderes, no sería extraño encontrar a tales entidades participando en un ataque como éste. No había forma de descartar ningún problema.

"¡Maldición! ¡Si tan sólo la puerta estuviera electrificada!"

Ésa era una sugerencia que el Comandante en Jefe había hecho en el momento en que asumió su puesto. Después de todo, la puerta sola no eran lo suficientemente confiables para ser la línea final de defensa. Por supuesto, había habido numerosas razones por las que no pudieron encantar la puerta, tales como la falta de poder nacional, pero gran parte de ello había sido porque la fortaleza siempre había logrado detener cualquier invasión enemiga. Por lo tanto, los altos mandos tenían la actitud de que "siempre y cuando la fortaleza resista, todo estará bien".

Mirando alrededor, vio las expresiones sombrías y oscuras en las caras de todos.

Esto era malo. Si perdían la esperanza por el futuro, terminarían perdiendo en el momento en que la lucha se volviera desesperada.

El Comandante en Jefe decidió darle la vuelta a la situación, y gritó:

"¡Buen trabajo! ¡Hemos asegurado la seguridad de la ciudad! ¡Pero de ninguna forma está garantizada! ¡Comiencen a colocar barricadas en caso de que el enemigo atraviese las puertas! ¡De prisa!"

Los rostros de los soldados Enanos se llenaron de nueva determinación. Saber que seguía habiendo algo que podían hacer reavivaba su motivación. Incluso una frágil esperanza era mejor que no tener ninguna.

El Jefe del Estado Mayor del Comandante en Jefe se acercó a él y le susurró al oído.

"Señor, ¿deberíamos sepultar la puerta con arena y tierra?"

Si la sellaban por completo, muchos Enanos expresarían su desaprobación.

"No tienen idea de lo que está sucediendo."

El Comandante en Jefe se percató de la expresión de su Jefe del Estado Mayor. Probablemente había asumido que la declaración del Comandante en Jefe era una respuesta a su pregunta.

"Perdona, no me refería a ti. Hablaba de ellos — del Consejo de Regentes."

"Usted también es uno de ellos, ¿no, Comandante en Jefe? ¿Así que ésa es su respuesta a un cierre completo? Personalmente, no creo que sellarlas sea suficiente. Deberíamos abandonar Feoh Gēr."

El Comandante en Jefe entrecerró los ojos y cogió del brazo a su Jefe del Estado Mayor y lo llevó a un lugar en donde los hombres no los oirían.

No quería que su conversación sea oída por nadie.

"¿También lo crees?"

No tenían idea de cuántos Quagoa había del otro lado de las puertas.

El ataque enemigo había sido demasiado rápido y habían sido obligados a ponerse a la defensiva. Por lo tanto, habían perdido muchas oportunidades de aprender más sobre el enemigo. Lo que estaban haciendo ahora era como encerrarse a sí mismos y cerrar los ojos.

La única información sólida que tenían era que el enemigo tenía el suficiente poder de ataque como para traer abajo la hasta entonces inexpugnable fortaleza, y tenían que pensar en una manera de lidiar con eso.

Bajo estas circunstancias, y luego de tomar en cuenta el poder de ataque con el que contaban, a los Enanos les sería extremadamente difícil abrir las puertas y hacer retroceder al enemigo. La mejor solución bien podría ser abandonar su capital.

"Entonces, ¿cuánto tiempo ganaremos si las enterramos bajo tierra?"

"Si derrumbamos la caverna, ganaremos mucho tiempo, pero si sólo usamos arena y tierra, como mucho ganaremos un par de días."

"¿Qué peligros presentaría un derrumbe?"

"Como sabe, no estamos tan lejos de Feoh Gēr. Aunque no puedo estar realmente seguro sin hacer que lo verifique un Doctor de Túneles, existe la posibilidad de que la ciudad se vea afectada también. En el peor de los escenarios, podría abrirse un camino más allá de las puertas y los Quagoa podrían ingresar a Feoh Gēr a través de él..."

"En otras palabras, tenemos que averiguarlo ahora mismo. Entonces, la siguiente pregunta. ¿Crees que la fortaleza cayó por el puro peso de los números? ¿Por qué las personas de la fortaleza no nos lo informaron más pronto?"

"He pensado en unas cuantas posibilidades. Personalmente, lo más probable es que los Quagoa hayan recurrido a la ayuda de otra especie."

¿Podría tratarse de Dragones de Escarcha?

Los Quagoa habían conquistado la antigua capital Enana de Feoh Berkanan, y la habían tomado como su hogar. Sin embargo, el Palacio Real en el corazón de la ciudad estaba gobernado por un Dragón de Escarcha.

Ambos grupos no tenían una relación perfectamente cooperativa, pero ya que vivían juntos, era posible que se ayudaran el uno al otro.

La cara del Comandante en Jefe palideció. Los Dragones de Escarcha eran esencialmente desastres naturales una vez que alcanzaban cierta edad.

Originalmente había habido cuatro ciudades Enanas.

Feoh Berkanan, que había sido abandonada durante un ataque de los Dioses Demonio hacía 200 años.

Feoh Gēr al este, que era su capital actual.

Feoh Raiđō al sur, que había sido abandonada hace muchos años.

Y finalmente, Feoh Tiwaz, al oeste.

Esta ciudad al oeste había sido destruida durante una batalla entre dos Dragones de Escarcha —Olasird'arc Haylilyal y Munuinia Ilyslym— y era poco más que ruinas derruidas.

"Pienso que es lo más probable. Aunque desconozco lo que hicieron para inducir a actuar a ese grupo de arrogantes, la otra alternativa es que lo hicieron por sí solos; o bien inventaron algún tipo de hechizo, o encontraron un desvío a la Gran Grieta."

"Incluso nosotros, los Enanos no hemos encontrado una manera de evitar la Gran Grieta."

"Sin embargo, ¿hace cuántos años que fue eso? Tal vez los Quagoa excavaron un túnel o algo mientras que otros monstruos se movieron, o la corteza de la tierra se desplazó, proveyéndoles de un desvío. Si lo piensas, incluso podrían haber ido por el exterior."

"¿Los Quagoa en la superficie?"

"Podría haber un individuo con esa habilidad."

Los Quagoa eran completamente ciegos bajo el sol, así que era imposible que movilizaran sus fuerzas en la superficie.

Sin embargo, eso sencillamente era algo que él deseaba creer.

No, ahora era demasiado tarde para lamentarlo. Él tenía que tomar esto en cuanta al momento de planear estrategias futuras.

"Jefe del Estado Mayor, tenemos que tener en cuenta que podrían ser capaces de viajar por la superficie y reforzar nuestras defensas adecuadamente. Envía a unas cuantas personas sin poner en peligro nuestra defensa aquí. También tenemos que avisar al Consejo y hacer que evacuen al sur. "

Además de esta guarnición, la fortaleza al frente de la Gran Grieta y la Cámara del Consejo en la ciudad misma, había una base militar más en la ciudad Enana de Feoh Gēr.

Era una fortaleza erigida para el beneficio de aquellas personas más altas que los Enanos —para humanos, por ejemplo— ubicada en la entrada de la superficie. El Comandante en Jefe dio la orden de reforzar esa área y de estar alertas ante cualquier ataque desde allí.

"¡Entendido!"

"También, has que los hombres se preparen para enterrar las puertas. Si necesitamos el permiso del Consejo, buscaré una forma de convencerlos."

"¿Qué tal si el Consejo se toma su tiempo deliberando?"

"Haz lo mejor que puedas. Yo también haré mi mejor esfuerzo."

Eso era todo lo que podía decir. Por supuesto, su plan era luchar por ello tanto como le fuera posible, en su posición como uno de los ocho Concejales, pero si los otros lo vetaban, entonces todo lo que podía hacer por su cuenta era intentarlo lo mejor que podía.

"¡Reporte! ¡Reporte! ¡Tengo un reporte! ¡¿Dónde está el Comandante en Jefe?!"

Mirando hacia el origen de la voz, el Comandante en Jefe vio a un soldado Enano montado en una Lagarto de Montar.

Los Lagartos de Montar eran un tipo de Lagarto Gigante. Eran reptiles grandes que medía tres metros desde la cabeza a la cola. No eran muy numerosos, así que los Enanos los criaban como monturas y los usaban como bestias de carga para el trabajo del día a día.

Sin embargo, la mayoría de los corredores no los usarían para transmitir un mensaje. Sólo se empleaban en circunstancias extremas — cuando tenían que informar a la guarnición sobre las condiciones del frente.

El corazón del Comandante en Jefe se llenó de inquietud.

¿De dónde viene ese hombre?

"Esta semana debería de haber estado apostado en la entrada de la superficie."

Eso validaba la sensación de miedo en el corazón del Comandante en Jefe. No, por la expresión del hombre y por su tono casi enloquecido, eso era totalmente obvio. Estaba preguntando simplemente porque no quería reconocer la realidad frente a sus ojos.

"¡Estoy aquí! ¿Qué sucede?"

El mensajero corrió a toda velocidad hacia el Comandante en Jefe. No debía demorarse. Esto era algo que tenía que informar de inmediato para que pudiera trazarse un curso de acción de forma rápida.

El mensajero se dejó caer de la espalda del Lagarto, y gritó mientras intentaba ponerse de pie desesperadamente.

"¡Comandante en Jefe! ¡Una emergencia! ¡Mon-monstruos! ¡Hay monstruos!"

Él había estado esperando que se tratara de los Quagoa, pero rápidamente descartó esa posibilidad. El hombre no habría usado esas palabras para describir a los Quagoa.

"¡Cálmate! ¡No podemos entender lo que dices! ¿Qué sucedió? ¿Todos están bien?"

"¡S-sí! ¡Hay monstruos aterradores en la entrada! ¡Dicen que quieren hablar sobre el ejército de Quagoa dirigiéndose hacia aquí!"

"¡¿Queeeeeé?!"

Su llegada era demasiado precisa. No podía imaginar que ambos eventos estuvieran desconectados. ¿Podría tratarse de los jefes de los Quagoa? ¿O eran ellos los que los habían ayudado a cruzar la Gran Grieta?

"¿Quiénes, quiénes son? ¡Cómo se ven! ¡Jefe del Estado Mayor! ¡Reúna a todos los hombres que puedan moverse en este momento!"

"¡Entendido!"

El Comandante en Jefe ni siquiera tuvo tiempo para ver marcharse a su aterrado subordinado.

"¡¿Cuántos monstruos hay allá?! ¡¿A cuántos han perdido?!"

"¡S-sí! Hay alrededor de 30 de ellos. ¡Pero no parecen querer luchar! Dijeron que querían hacer un trato con nosotros, pero se veían muy malvados, así que no creo que ésa sea su verdadera intención. ¡Debe haber algún tipo de trampa!"

¿Cómo exactamente calificaban de malvados? Más importante aún, este hombre no los había descrito todavía. Luego de preguntarle de nuevo, el soldado tragó saliva y lo explicó.

"¡Son no-muertos de apariencia aterradora, rodeados de un aura poco favorable!"

"¡¿Qué?! ¡¿Son no-muertos?!"

Seres que odiaban a los vivos, que sembraban muerte a su paso, los enemigos de todo lo que vivía.

Numerosas imágenes aparecieron en la mente del Comandante en Jefe al momento de oír la palabra "no-muerto". Por ejemplo, Zombis Congelantes, Huesos de Escarcha, entre otros. Sin embargo, ninguno de esos no-muertos eran adversarios poderosos. Este hombre debería saber eso. Si era así, ¿por qué estaba tan asustado?

Además, ¿por qué vendrían aquí los no-muertos? ¿Era para deleitarse de la masacre mutua entre Enanos y Quagoa, ambos de los cuales eran seres vivos?

"¡Jefe del Estado Mayor, ¿ya están listos?! ¡Nos moveremos una vez que lo estén! ¡No sabemos qué tipo de no-muertos haya allá afuera, pero no los tomen a la ligera! ¡No dejen que nos subestimen! ¡Podrían no actuar con arrogancia, pero si nos menosprecian, estaremos en peligro!"


Parte 2

El grupo avanzaba, con Gondo a la cabeza.

Ya que Gondo viajaba usualmente bajo tierra, no estaba muy familiarizado con la superficie. Por lo tanto, tenía que confiar en su sentido de la dirección sobre el terreno a la hora de avanzar. Inicialmente, Ainz estaba preocupado por esto. Pero luego de ver a Gondo avanzando sin vacilación, comenzó a confiar en el hombre. Ahora, ya le había confiado por completo la tarea de guía.

El hecho era que, ahora que los Quagoa estaban atacando la capital Enana, Gondo no tenía ninguna razón para llevar deliberadamente a Ainz por un mal camino.  Siendo así, no debería haber problemas con dejar que sirva de guía.

Bajo el liderazgo de Gondo, las bestias mágicas de Aura avanzaron atravesando la nieve como si fuera un prado.

Como era de esperarse de bestias mágicas, se jactaban de una gran agilidad y una gran resistencia. Aún con la escasez de aire de las montañas nevadas y soportando a Ainz y a los otros en las espaldas, sus velocidades no se reducían ni un poco. Se dirigían al norte a velocidades de más de 100 kilómetros por hora.

Durante su viaje habían divisado numerosos monstruos voladores, pero unos cuantos gruñidos amenazantes de las bestias mágicas los ahuyentaron a todos. Gracias a eso, su tiempo de viaje se redujo al mínimo.

En menos de un día, había llegado a la única ciudad Enana restante, Feoh Gēr.

Ainz guió a su bestia hacia Gondo y le hizo una pregunta.

"...Bueno entonces, Gondo. El acceso a la ciudad sureña de Feoh Raiđō fue a través de una fisura en una cueva. ¿Feoh Gēr es así también?"

Si ése era el caso, entonces tendrían que buscar una manera de entrar. Gondo —que inicialmente estaba asustado por la bestia mágica, pero que ahora se había acostumbrado a montarla— respondió.

"Umu. La mayoría de ciudades en las que viven los Enanos son así. Sin embargo, Feo Gēr fue diseñada tomando en consideración el comercio a gran escala con los humanos, así que es ligeramente diferente a Feoh Raiđō. En primer lugar, es fácil de encontrar para los humanos, y con el objetivo de minimizar cualquier incomodidad para los visitantes, construyeron una gran fortaleza en el exterior. La reconocerá cuando la vea."

Ainz miró alrededor luego de oír eso, pero seguía sin poder encontrar ningún rastro de la estructura.

"No la verá a menos que nos dirijamos más al noreste."

Las palabras de Gondo estaban llenas de confianza. Parecía que estaba muy seguro de en dónde se encontraba su destino. Ya que él era el único que podía guiarlos, Ainz no podía hacer nada si se estaba equivocando, así que todo lo que podía hacer era confiar en él.

Mientras decía "Ya veo," Ainz lanzó un hechizo de [Mensaje].

Los Quagoa capturados habían sido enviados a Nazarick. Allí, los habían interrogado, y la información obtenida se había usado para suplementar el reporte de Gondo.

Los Quagoa eran una raza que se sometía a los fuertes, pero los Quagoa de la Cordillera de Montañas Azellisia estaban divididos en ocho clanes, todos los cuales estaban unidos bajo el mando del Jefe del Clan. Su número ascendía a 80'000 en total.

Después de analizar esta información, Ainz los marcó como una raza que no tenía ningún encanto para él.

Si tenía que escoger entre ayudar a los Enanos o a los Quagoa, Ainz escogería a los primeros sin dudarlo.

Sin embargo, se había enterado de que los metales que los Quagoa comían cuando jóvenes determinaban su fuerza cuando maduraban. Si dejaba que se comieran los metales de Nazarick, podría dar lugar a la aparición de un individuo poderoso.

Entonces, pensó sobre los minerales prismáticos del Reino Enano.

Incluso si no se había comido uno de los minerales prismáticos, tal vez el Jefe del Clan había obtenido su posición al comerse uno de los minerales raros de Yggdrasil.

Si era lo suficientemente fuerte como para capturarlo, entonces valía la pena investigarlo.

(Si pueden obedecer al Reino Hechicero entonces debería considerar acogerlos, incluso si no tengo mucha confianza en poder alimentar a 80'000 personas. Después de todo, ése es el tipo de país que quiero.)

El país que Ainz quería.

Era una nación en la muchas razas vivían en harmonía bajo su gobierno. Era una nación que reproducía la imagen que uno tenía de Ainz Ooal Gown.

Era una nación en la que sus amigos, dondequiera que estuvieran, pudieran vivir y sonreír.

Siendo ése el caso, él debería mostrarles algo de misericordia a estos Quagoa.

(Aun así, si juran lealtad hacia mí, ¿en dónde debería ponerlos? Esta montaña es un poco pequeña... ¿qué hay de la cordillera de montañas al sur de E-Rantel? Pero podría haber residente allí también... Umu, qué molestia. Los Hombres Lagarto tienen el mismo nivel tecnológico que ellos. Tal vez podría hacer uso de mi experiencia gobernándolos. Podría ser una buena idea dejar que Cocytus se encargue de ellos.)

Luego de pensar hasta este punto, Ainz reflexionó sobre el lado opuesto de la moneda.

(¿Y si no se arrodillan? ¿Debería gobernarlos a la fuerza? ¿Debería exterminarlos? ¿O debería matar a todos los adultos y usar a los niños en experimentos? ¿Hacer que todos se unan en un solo clan y luego gobernarlos será la mejor forma?)

Mientras examinaba diferentes asuntos, el grito de Gondo interrumpió el hilo de sus pensamientos.

"¡Por aquí!"

Ainz miró hacia el lugar que Gondo apuntaba, y efectivamente, había algo que se veía como una fortaleza construía contra una cara de la montaña.

El grupo se dirigió directamente hacia ella. Aunque había muchas maneras de ocultarse, no tenía sentido hacerlo, por lo que procedieron directa y abiertamente.

A medida que reducían la distancia hacia la fortaleza, sus defensores los vieron, y los centinelas cobraron vida.

De manera muy similar a lo que haría antes de un discurso de venta, Ainz inspeccionó su ropa, y se aseguró de que su túnica estuviera limpia y ordenada. Por supuesto, era un objeto mágico y no podía rasgarse o arrugarse, pero sus recuerdos como Satoru Suzuki le decían que debía revisarlos de todos modos.

Luego de que se acercaron a la fortaleza, los Enanos prepararon sus ballestas y apuntaron desde las ventanas.

Los únicos que podrían ser heridos mortalmente por las flechas eran Gondo y Zenberu.

Aunque había pensado en enviarlos a negociar para demostrar que no tenían intenciones hostiles, si las cosas salían mal, ellos podrían terminar recibiendo disparos de flechas, así que abandonó la idea. En su lugar, Ainz precedería primero, mientras que Gondo y Zenberu se acercarían después.

Ainz detuvo a su bestia fuera del rango efectivo de las ballestas y luego desmontó. Ya que seguía estando dentro del rango máximo de las ballestas, le ordenó a Shalltear y a Aura que se acerquen y protejan a Gondo y a Zenberu.

Después de eso, todo lo que quedaban eran las estrategias anti-jugadores.

Si había algún jugador allí, ellos asumirían una postura defensiva de inmediato y se replegarían. Aunque no pudo confirmar la presencia o ausencia de jugadores durante sus charlas con Gondo en el camino, lo más seguro era que no existían. Sin embargo, si no tenía cuidado, podría terminar perdiendo a los NPCs (los niños) y Ainz no quería experimentar eso por segunda vez.

Todos los Enanos que lo observaban desde las ventanas tenían las mismas expresiones rígidas en las caras. Gracias a sus desordenadas barbas, él no podía diferenciar a un Enano individual del otro. Pero cómo podía decir esto — se veían cómicos.

Suprimiendo las ganas de reír, Ainz avanzó, fingiendo un aire de tranquilidad.

Elevaba las manos, para mostrar que no tenía intenciones hostiles.

Cuando se acercó más a la fortaleza—

"¡Detente allí!"

—Resonó un grito de advertencia. Sonaba como si su dueño estuviera teniendo un ataque. Claro, Ainz era no-muerto, pero no pudo evitar suspirar internamente mientras reflexionaba, (esta recepción es bastante mala para alguien que no muestra ninguna señal de hostilidad).

"¡¿Por qué has venido aquí, no-muerto?!"

Ainz acarició sus pómulos brillantes.

"Soy el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown del Reino Hechicero, y he venido a forjar una relación amistosa con la nación Enana. Nosotros no los atacaremos si ustedes no nos atacan, así que por favor bajen sus armas."

Los ojos de los Enanos que observaban desde las ventanas se llenaron de confusión. Ainz aprovechó esta oportunidad para continuar hablando:

"Después de capturar a los Quagoa que invadieron Feoh Raiđō, me enteré de sus planes para atacar este lugar. Si ustedes no tienen confianza en la fuerza de sus brazos, entonces yo —mi Reino— les prestaré ayuda con gusto. Sí, así es — será una buena muestra de amistad."

Sonrió, pero ya que no tenía piel, la benevolencia de este gesto no fue transmitida al lado opuesto.

"¿Qué hay sobre el Enano detrás tuyo? ¿Es un rehén?"

Parecía que los Enanos seguían siendo cautelosos con él.

"Qué descortés. Soy un rey, ¿sabes? ¿Es ésa la manera de hablarle a un rey?"

Los Enanos se miraron el uno al otro, y luego respondió uno de ellos.

"No, no... un momento, ¡muéstranos alguna prueba de que realmente eres un rey!"

"—Ya veo. Eso tiene sentido," concedió Ainz. "Entonces, permítanme que se los presente. Él es uno de ustedes, Gondo el herrero, a quién conocí en Feoh Raiđō."

Ainz demostró los movimientos majestuosos que se había estado tomando tanto trabajo de practicar.

Con los aires de un líder innato, le hizo un gesto a su subordinado para que diera un paso al frente.

Un profundo sentimiento de satisfacción llenó a Ainz mientras oía los jadeos de asombro que los Enanos trataban de reprimir. Parecía que sus largas horas de práctica no habían sido en vano.

Ahora que Gondo se encontraba allí, Ainz —que se encontraba de buen humor— demostró otra pose de un elegante rey y le cedió la palabra a él.

"Perdona, pero, ¿puedes ingresar a la fortaleza y explicarles la situación en detalle?"

"Umu, déjemelo a mí."

Gondo avanzó hacia las puertas de la fortaleza y pidió permiso para entrar, sin embargo, las puertas no se abrieron.

"...¿Algo va mal?"

"No lo sé. ¿Tal vez pasó algo?"

"...En, ¡¿En verdad es él?! ¿Ése realmente es Gondo el Bicho Raro? ¡Tal vez alguien usó magia para usar su rostro!"

Ainz frunció el ceño cuando oyó las voces de los Enanos. Estar alerta era muy importante, e incluso Ainz lo aprobaba. Pero, no podrían hacer progresos si nadie confiaba en ellos.

Sin embargo, había oído algo sobre la posibilidad de encontrarse con un conocido aquí. Si ése era el caso, entonces serían muy afortunados.

"Dime, Gondo, ¿puedes probarles que eres tú mostrándoles tus conocimientos sobre esta ciudad? Digamos, el lugar en el que vives, ¿algo que sólo una persona que haya vivido en esta ciudad sabría?"

"Oh, ohhh, sí... Le diré su secreto a la esposa de ese tipo. Ah, ¡hay un restaurante llamado el Pabellón de la Barba de Oro Negro! Lo maneja un tipo cuyo rostro parece un yunque. ¡Su comida sabe horrible, y lo único decente allí es el estofado!"

Los Enanos se quedaron callados. Ainz miró a Gondo, ligeramente falto de palabras. Su respuesta parecía como si estuviera exagerando demasiado.

"¡Idiota! ¡Ese lugar no es para comer, sino para beber! ¡Su cerveza negra es la mejor!"

"¡Mientes! ¡La más deliciosa es la cerveza de hongos rojos!"

"¡Qué dices, su vino turbio es el mejor! ¡Sólo imagina esa fragancia burbujeante!"

"¡Ninguno de ustedes conoce cómo sabe la cerveza de verdad! ¡La de la Dama Barbuda es la mejor!"

Ainz tomó nota mental de que a los Enanos les gustaba mucho la cerveza, y les respondió:

"¿Qué les pareció? ¿Pueden aceptar que éste es el verdadero Gondo? Hablando de ello, todo lo que queríamos era informarles que los Quagoa están intentando dar un rodeo a la Gran Grieta y atacar esta ciudad. Todo lo que tienen que hacer es transmitirles nuestra advertencia a sus dirigentes. De esta manera, nuestro país habrá cumplido su deber, incluso si el ataque de los Quagoa es feroz. Sería bastante molesto si nos lo echan en cara después."

Varios Enanos en las ventanas ocultaron sus cabezas.

Pasó algún tiempo. Al parecer, varias personas estaban teniendo una discusión.

"¡Espere ahí! ¡Enviaremos un reporte a nuestro Comandante en Jefe!"

De acuerdo a Gondo, esa persona era la que poseía la posición más alta en el ejército de este país.

Parecía que se habían dado cuenta de que esto tenía que llegar a la máxima autoridad.

"Kukuku~"

Ainz no reprimió su risita.

Hubo un traqueteo, y cuando Ainz le dio un vistazo a su origen, vio que los Enanos estaban apuntándole nuevamente con sus ballestas. Respiraban irregularmente; parecían estar bajo la influencia de poderosas emociones.

(Mierda. ¿Se molestaron porque me reí?)

"Perdónenme. En todo caso, ¿estaría bien si Gondo ingresa? Ha demostrado sus orígenes, ¿no?"

"¡No, no puede, no, no está permitido, quédate allí! ¡Espera allí!"

No se había estado riendo de ellos, pero al parecer los había molestado de todas formas.

Las emociones fuertes de Ainz eran suprimidas, pero las pequeñas ondas emocionales lograban escabullirse.

¿Cómo reaccionaría una compañía si un vendedor a quien no conocían de antes les sonreía como si tuviera algo que ocultar? Ainz estaba molesto consigo mismo por no haber pensado en eso. Había dado lugar a una equivocación.

(Debo ser más cuidadoso), pensó Ainz al mismo tiempo que retrocedía junto a Gondo.

Y así, se quedaron allí por algún tiempo.

(Cuando Jircniv vino de visita, yo les proveí refrescos, muebles e hice todo tipo de preparativos para darles la bienvenida. ¿Es que los Enanos no hacen cosas como esas? ...No, en este momento las circunstancias son diferentes a como fueron entonces.)

A diferencia de la visita de Jircniv, que fue planeada de antemano, Ainz era esencialmente un inoportuno vendedor de puerta en puerta. Debería estar agradecido de que no lo hubiesen echado en el acto.

Además, teniendo en cuenta su cuerpo, no sería capaz de disfrutar las bebidas que le sirvieran.

(Aun así, la información que les dimos a los Enanos fue muy valiosa. Estaba esperando una respuesta más apropiada. Bueno, puedo usar eso como munición para las negociaciones durante nuestras relaciones diplomáticas oficiales. Por ahora lo aguantaré.)

Aún así, probablemente sería mejor cambiar y evitar ofenderlos. 

En primer lugar, sacó un Báculo de Ainz Ooal Gown falso. Era una copia cosmética perfecta, hasta el metal mismo usado para su construcción. Sin embargo, eso era todo; no poseía ni una décima del poder del original, y simplemente tenía incrustaciones de joyas del mismo color que las verdaderas.

Ainz imbuyó el báculo con un resplandor rojo, que rápidamente se oscureció. ¿Por qué tenía este tipo de función de ajuste? La obsesión de sus antiguos compañeros lo llenó de irritación.

No parecía estar conectado a su propia aura.

Ainz irradió un halo negro desde atrás, pero como esperaba, el aura del báculo no cambió.

(¿Es sólo un efecto visual?)

Hubo un estrépito repentino, que extrajo a Ainz de sus pensamientos. Cuando se volvió a mirar hacia el origen del sonido, vio a tres Enanos sentados en el suelo.

Se veían como los Enanos apostados en la fortaleza, pero al mismo tiempo parecían más imponentes. En realidad, dos de ellos estaban mejor vestidos que el otro. Ése debía ser un soldado en la fortaleza, y los otros dos probablemente eran sus superiores.

(...¿Por qué están los tres sentados allí? ¿Será que sentarse para hablar es la etiqueta correcta entre los Enanos? ...Me están observando con los ojos bien abiertos. Sería molesto si es una expresión sólo de Enanos.)

Sus bocas estaban ocultas por sus barbas, así que era difícil de ver el aspecto que tenían en sus rostros.

Aunque desconcertado, Ainz extendió una mano hacia los Enanos sentados.

Eso se podría interpretar como la intención para ayudarlos a ponerse de pie, o como que quería darles la mano. Pero en realidad, quería decirles que preferiría hablar de pie.

Era difícil ajustarse a otras culturas. Si él manejaba mal esto, la otra parte podría ofenderse.

Si ellos lo atacaban con algo parecido a, "Deberías haber investigado sobre las costumbres de nuestro país ya que querías forjar relaciones con nosotros", él no tendría nada con qué responderles.

Aunque estaba bastante incómodo con esto, Ainz le dio las gracias a su rostro inalterable, y mantuvo la mano extendida.

Los Enanos miraban de ida y vuelta entre la cara y la mano de Ainz, con una mirada de preocupación en sus rostros.

(¿Mm? ¡¿Podría ser que me tienen miedo?! ...Bueno, ya que me veo así... no hay remedio, ¿cierto? Este tipo de reacciones como que son las que se esperarían de una sociedad humanoide...)

Aunque también le tenían miedo en E-Rantel, ellos no habían actuado de esta forma. Por lo tanto, podría ser que tomar la mano de una persona de una posición muy elevada era de mala educación en su sociedad.

Al final, el preocupado Ainz decidió levantarlos de la mano.

(Ya que tienen tiempo para desperdiciarlo en este asunto sin sentido, eso debe significar que los Quagoa no han atacado aún. Si realmente atacan, podríamos hacer que nos deban un gran favor, pero incluso avisarles sobre ellos contará como un pequeño favor, así que debo soportarlo. Ahhh, es una lástima. Aun así, ¿cuál de ellos es su líder?)

"Bueno entonces, soy el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown. ¿Ustedes son los caballeros a cargo de darme la bienvenida?"

No sabía cuál de los superiores tenía mayor rango, así que sus palabras se dirigieron al espacio entre ellos. Entonces, uno de los Enanos asintió fuertemente con la cabeza, como si estuviera intentando quitarse algo de la cara.

"¡Ahem! Yo, yo soy el hombre a cargo de las fuerzas armadas—"

"El ejército— ya veo."

Así que éste era su Comandante en Jefe. Ainz estaba sorprendido. No había esperado que el hombre más importante viniera hasta aquí en persona.

(¿Podría ser que este país ha oído antes del Reino Hechicero? O más bien... ¿fue por qué les traje noticias en un momento muy oportuno?)

"—¿Hay algún problema con los Quagoa? Me disculpo por hacerle venir en persona en un día ocupado, Comandante en Jefe."

Los ojos del Comandante en Jefe se abrieron como platos.

"Ya veo... ¿así que ya sabe por qué vine, entonces?"

(De qué demonios está hablando), pensó Ainz. Naturalmente, no lo dijo.

"—Por supuesto. Es correcto."

Asintió magnánimamente con la cabeza, de la manera majestuosa que había practicado muchas veces antes.

"...Ya veo. ...Bueno, como sabe, por ahora de alguna forma hemos detenido el avance de los Quagoa —no, estamos intentando detenerlos."

"Oh. Ohh. ... ¿Y?"

Ainz quería preguntarle al Enano qué era lo que pensaba que él sabía, pero como ya había pretendido estar bien informado, ese tipo de preguntas quedaban descartadas.

(¿Pero se ha filtrado alguna información sobre mí?)

Todo lo que podía hacer era aferrarse a ese pensamiento mientras esperaba su respuesta.

"Antes de eso, he oído de mis hombre que usted obtuvo su información después de interrogar a algunos Quagoa capturados en Feoh Raiđō. ¿Tiene alguna evidencia que lo corrobore?"

"Está Gondo, un ciudadano de su país—"

"—Evidencia material."

"Hm, así que, ¿quiere ver a los Quagoa capturados, entonces? Puedo traerle a varios de ellos y puede preguntárselos usted mismo."

"Una respuesta inmediata... Parece ser que tendré que ser franco con usted, entonces. ...A este ritmo, una evacuación hacia Feoh Raiđō será muy difícil."

"¡Comandante...!"

A juzgar por el tono de reproche usado por el hombre al lado del Comandante en Jefe, Ainz supuso que el hombre estaba haciendo hincapié en el hecho de que el Comandante en Jefe estaba hablando de secretos militares frente a Ainz. Sin embargo, el Comandante en Jefe continuó con tranquilidad:

"Su Majestad ya lo sabe todo. Es como dijo —el hecho de que alguien que debería estar dando órdenes en el frente de batalla esté aquí, es una señal clara de un impasse. Como ya sabe eso, también debería ser fácil imaginar lo que nuestras tropas —que no pueden confiar en que recibirán refuerzos— planean hacer."

(No, lo único que estaba pidiendo es que seamos corteses). Sin embargo, Ainz no dijo la verdad, y en lugar de eso asintió, con los movimientos practicados de un verdadero gobernante.

El Comandante en Jefe describió la terrible situación en la que se encontraban.

La fortaleza que defendía la Gran Grieta había caído, y ellos habían tenido que replegarse a su línea defensiva final. Solo una puerta se interponía entre ellos y el enemigo, y si caía, el enemigo ingresaría a la ciudad y muchos Enanos morirían. Aunque originalmente habían planeado ganar algo de tiempo para que su gente escape hacia Feoh Raiđō, estaba claro que la supervivencia de toda su especia estaría en duda si es que no alteraban radicalmente ese plan.

Después de enterarse de la situación desesperada de los Enanos, Ainz sonrió en su corazón. Todo se estaba desarrollando en una dirección favorable para él.

"¿Qué tal esto? Les prestaré el uso de mis fuerzas para hacer retroceder a los Quagoa por el momento. ¿Qué le parece?"

El comandante entrecerró los ojos, como para ocultar la emoción en ellos.

"¿Puede hacer eso? Pero..."

Tradicionalmente, se tendría que dejar por escrito los términos de un trato antes de poder firmar un contrato. Había muchas ventajas en tratar los asuntos de esa manera. Sin embargo, si él les prestaba libremente el uso de su fuerza, podría ganarse la gratitud de todos los presentes. Con un préstamo se podían obtener ganancias que no se podían con un acuerdo por escrito, y Ainz estaba apuntando a eso.

Entre algo fijo y algo sin forma, lo que no tenía forma era generalmente más molesto. Era como pagar por un almuerzo en un restaurante basándose en el estado de ánimo de uno. Existía la posibilidad de tener que pagar más a comparación de pagar un precio fijo.

(La generosidad muy a menudo es similar a la codicia, ¿hm? ¿Fue Punitto Moe-san el que dijo eso?)

"Después de recorrer todo este camino y de los grandes esfuerzos por encontrarlos, sería bastante molesto para mí si el país con el que deseaba una relación de amistad fuese destruido. ¿No aceptaría mi ayuda?"

"...Pero si no tenemos la aprobación del Consejo..."

"Bueno, siempre y cuando haya tiempo suficiente, no debería haber problemas. Ésta es simplemente una oferta de ayuda de mi parte. La decisión final es suya. Por supuesto, el Consejo tiene de decidir en sesión sobre los asuntos importantes... pero usted debe saber cómo terminan usualmente este tipo de cosas. Las reuniones continúan desde la mañana hasta la noche y al final nadie llaga a una conclusión. Aunque sería una pena dejar que mi viaje sea en vano, no hay remedio."

"...Su Majestad, ¿confía en su habilidad para repeler a los Quagoa?"

"Si sólo son del calibre de los que vinos en Feoh Raiđō, entonces será juego de niños."

Mm, Gondo asintió a su lado.

"Por supuesto, eso sólo es antes de que los Quagoa hayan ingresado a la ciudad. En un enfrentamiento caótico cuerpo a cuerpo será muy difícil eliminar sólo al enemigo. ¿Confío en que no desea permanecer indiferente y dejar que la batalla llegué a la ciudad Enana? Así que creo que en este momento, esa pequeña puerta que tienen es su última oportunidad, ¿cierto?"

Una expresión amarga se apoderó del rostro del Comandante en Jefe—

"—¿Cuánto más les queda? ¿Cuántos más días puede aguantar esa puerta?"

El incesante hincapié de Ainz parecía haber hecho que el Comandante en Jefe tome una decisión.

"...Lo entiendo. Su Majestad, le ruego que pueda prestarnos la fuerza de su nación."

"¡Comandante en Jefe!", gritó otro de los soldados con pánico en la voz, y el Comandante en Jefe lo fulminó rápidamente con la mirada.

Luego, el Comandante en Jefe se disculpó brevemente con Ainz antes de alejarse a cierta distancia llevando al otro hombre, para no ser oídos.

Entonces, hablaron.

Ainz podía oír fragmentos de su conversación, cosas como "esto es malo", "un—", "Quagoa", "todavía podemos", "peligro ante nosotros", "en todo caso" y cosas así.

La idea general parecía ser que ellos tendrían difícil encargarse de los Quagoa por sí solos, así que debían tomar ventaja de esta oportunidad y apostar por ella.

Parecía que había llegado el momento de un último empujón.

Infundiendo fuerza a su voz, Ainz preguntó:

"¿No creen que ya es hora de que decidan sus planes futuros?"


Parte 3

Eran ocho los clanes de Quagoa viviendo en la Cordillera de Montañas Azellisia.

Estos eran, el clan Pu Rimidol, el clan Pu Randel, el clan Pu Surix, el clan Po Ram, el clan Po Shyunem, el clan Po Gusua, el clan Zu Aygen y el clan Zu Riyushuk.

Los descendientes de Pu —el héroe de la antaño— formaron tres clanes y tomaron su nombre, ellos estaban en conflicto con los clanes que se llamaban así mismos Po y Zu. Había ligeras diferencias entre cada clan individual, pero en general cada uno estaba constituido por 10'000 Quagoa, para hacer un total de 80'000 individuos distribuidos a lo largo de la Cordillera de Montañas Azellisia.

Ahora, si alguien quisiera saber si la gente Quagoa era fuerte, la respuesta era que no lo eran.

Incluso si un clan tenía 10'000 miembros, los Quagoa tenían muy poco en lo referente a tecnología o a civilización, y se encontraban entre las razas menores de las montañas. Eran poco más que presas para los fuertes.

Y si alguien preguntaba quién era el mayor enemigo de la raza Quagoa, la respuesta sería que eran los otros clanes de su misma raza. No, algunas veces incluso la gente de sus propios clanes podían convertirse en enemigos. Otros monstruos veían a los Quagoa como poco más que comida. No los odiaban, ni tampoco competían con ellos. Sin embargo, eso no era así cuando se trataba de sus congéneres Quagoa.

Eso se debía a la manera en la que los Quagoa crecían.

Los minerales y rocas que los Quagoa comían a temprana edad determinaban sus habilidades en su vida adulta. En otras palabras, tenían que competir con su propia gente para obtener minerales poco comunes y reforzar su estirpe. Así pues, sus congéneres Quagoa eran sus enemigos, pero era algo natural que un oponente cercano sea más molesto que uno lejano.

Similarmente, los Enanos que competían con ellos por los minerales también eran sus enemigos, pero era más probable que los Enanos los ahuyentaran con sus armas encantadas con electricidad.

Sin embargo, en algún momento, un héroe de leyendas —uno que superaba a Pu, el héroe de antaño— había nacido.

Él era el Jefe de los Clanes, Pe Riyuro.

Su fuerza sobrepasaba a la de los Quagoa Azules y Rojos, y usó su sobrecogedor poder para unificar a los clanes.

Pero la revolución de Riyuro no se detuvo ahí.

Luego de descubrir una ciudad Enana abandonada, reunió a los clanes allí y formó unidades para enfrentar a los monstruos, usando a prisioneros Enanos para desarrollar la agricultura y la crianza de animales.

Eso no fue todo. Usualmente, cuando nacía un nuevo líder del clan, éste exterminaba a toda la estirpe del líder anterior. Éste era el medio comúnmente aceptado por el cual se intercambiaba el poder entre la gente Quagoa. Sin embargo, Riyuro no hizo eso. Al contrario, optó por dejar que los líderes de los otros clanes se gobernaran a sí mismo. Sin embargo, Riyuro ordenó que le trajeran todos los minerales. Aquellos que lo obedecían y tenían un buen desempeño recibirían minerales poco comunes, independientemente de su posición.

Por ejemplo, aquellos clanes que detenían las invasiones enemigas eran reconocidos como valientes, mientras que aquellos clanes que encontraban más oro o piedras preciosas ganaban favoritismo y más miembros. Su trabajo era recompensado con los minerales apropiados.

Su competición contra su señor se había convertido en una competición entre ellos, y el puesto del Jefe estaba seguro.

Él había hecho todas estas cosas que ningún Quagoa había soñado siquiera para expandir su influencia y poner en marcha cierto plan.

El plan era atacar la ciudad Enana.

Los clanes habían reunido a sus mejores guerreros en respuesta a los llamados de su señor. Habían enviado a 2'000 individuos por clan, para una fuerza de combate total de 16'000.

Éste era un ejército jamás visto en la historia. Sin embargo, incluso con tal cantidad de hombres, un ataque directo atravesando el puente colgante los llevaría a sufrir bajas horrendas. Eso no solo iría en contra del propósito de reunir a tales números, sino que también correrían el riesgo de ser derrotados sin ser capaces de traer abajo la fortaleza.

Por lo tanto, Riyuro les ordenó que encontraran una ruta alterna hacia la fortaleza.

Aunque varios de los equipos de exploración no regresaron, al final lograron encontrar una ruta para sortear la Gran Grieta. Después de eso, sus tropas se dividieron en tres para llevar a cabo sus tareas.

A un grupo se le asignó capturar a los Enanos que intentarían huir. Esta tarea fue dividida entre escuadrones más pequeños.

Otro de los grupos fue designado como la fuerza principal. Ellos iban a conquistar y a saquear la ciudad Enana. Si el grupo de élite se demoraba demasiado tiempo en traer abajo la fortaleza, ellos intervendrían para ayudar.

Y el último grupo estaba compuesto de Quagoas de élite, quienes traerían abajo la fortaleza. Este grupo avanzaría antes que la fuerza principal, haría caer la fortaleza y también podrían ser usados para conquistar la ciudad.

El tercer grupo, la vanguardia, estaba dirigido por un Quagoa llamado Yozu.

Él era uno de los mejores hombres de Riyuro, un Quagoa Rojo excepcional. Su mente era aguda, era un luchador capaz, y era uno de los mejores candidatos para la posición de líder al interior de su propio clan.

Incluso así, no era fácil que alguien como él pudiera dirigir su grupo de batalla mixto.

Después de todo, las élites de los varios clanes sentían rencores profundos entre ellos. Sin embargo, Yozu incluso se las arregló para hacer uso de eso.

Al alimentar las llamas de la competición entre los clanes, trajo abajo la fortaleza.

Tomar la ruta alternativa había asegurado su victoria, pero incluso así, nadie podía dudar de su extraordinaria habilidad de mando.

En realidad, nadie más entre los Quagoa podía igualar sus habilidades como comandante.

Y ahora, los Quagoa se preparaban para darles el golpe de gracia a los Enanos.

***

Los primeros Quagoa entre la vanguardia que atacó la fortaleza eran las tropas de asalto compuestas de lo mejor de lo mejor. Estos Quagoa atacaron salvajemente la odiosa puerta usando sus garras, pero no pudieron atravesarla.

Un paso más. Sólo un paso más cerca, y podrían atravesarla y aplastar a sus odiados enemigos, los Enanos. Un paso más, y podrían tomar toda esta nación para sí mismos. Ellos ocuparían los primeros lugares por sus logros, y como recompensa, recibirían tanto mineral como para que la cabeza les diera vueltas.

Sin embargo, esa oportunidad les estaba siendo negada y sellada por la fría puerta frente a ellos.

Los Quagoa tenían un dicho; el gusano que se oculta a mayor profundidad crece más grande.

Uno de los Quagoa estaba tan furioso por estar tan cerca pero a la vez tan lejos que intentó morder la puerta. Naturalmente, no hizo nada más que arañar la superficie.

Al verlo, muchos otros intentaron hacer lo mismo.

Sin embargo, los Quagoa regulares no podían dañar la puerta de ningún modo. Podrían intentarlo por cien años y seguirían sin haber llegado a ninguna parte.

Incluso cuando pensaron en excavar atravesando la roca y así burlar la puerta, encontraron que las paredes estaban reforzadas con un enrejado del mismo material que la puerta.

Los Quagoa regulares no podían atravesar esa puerta. Sus élites poco comunes como los Quagoa Rojos o Azules se mantenían en reserva como arma secreta y no habían sido asignados a los equipos de asalto. En otras palabras, su avance se había detenido brevemente aquí.

Cualquiera se sentiría frustrado cuando se le negaba la gloria en el último instante. Sin embargo, no estaban ansiosos. Esto se debía a que ya habían reportado esto al comandante de la vanguardia. Si el gran Yozu estaba aquí, él seguramente encontraría la manera que ellos no podían.

Incluso así, se agruparon en clanes para descansar, porque no sabían cuanto tiempo tomaría.

Si fueran tropas regulares, podrían estar inquietos y deambular por el estrés, o comenzar a pelear con otros clanes. Sin embargo, todos aquí eran lo mejor de lo mejor. Descansaban cuando tenían que descansar, guardando su rabia y fuerza para la siguiente batalla.

Y entonces, después de descansar por algún tiempo, los Quagoa levantaron la vista de pronto, como si sus cabezas estuvieran montadas en resortes.

Hubo un chirrido de tono grave que sonaba como si viniera desde las profundidades de la tierra, y las puertas comenzaron a abrirse lentamente.

Las tropas de asalto Quagoa se miraron entre sí.

Los Enanos habían sellado las puertas presas del pánico. ¿Por qué las abrían de nuevo? ¿Es que querían rendirse? Hubo muchos Quagoa que pensaron de esa manera, y se rieron burlonamente mientras mostraban los dientes.

Como si fueran a aceptar una rendición.

Su plan era exterminar a los Enanos. No les darían tiempo de soltar palabras inútiles.

Ingresarían como una avalancha a través de las puertas abiertas y matarían a todos los Enanos en su camino. Después de eso, aplastarían la ciudad bajo sus pies e iniciarían una masacre con todas sus fuerzas.

Una abertura se abría lentamente frente a los Quagoa sedientos de sangre. Seguía siendo demasiado pequeña como para pasar por ella. Pero, uno de los sanguinarios Quagoa logró meter un brazo por la abertura.

Lanzó sus afiladas garras hacia adelante, intentando matar a cualquier Enano detrás de la puerta.

Y entonces—

"¡Gyaaaaaaaaaaaaaaa!"

El Quagoa que había querido ser el primero gritó rodando hacia atrás. El brazo que había metido había desaparecido, reemplazado por un chorro de sangre fresca.

La conmoción que sintieron ante este suceso fue como echarles agua fría a las llamas de su sed de sangre.

Era fácil imaginar lo que había ocurrido.

Con toda probabilidad, alguien le había cortado el brazo con algún tipo de arma, pero, ¿eso era siquiera posible?

La habilidad especial de los Quagoa era su resistencia extrema a las armas que típicamente usaban los Enanos. Durante su ataque sorpresa a la fortaleza, algunos de ellos habían resultado heridos pero ninguno había muerto. Eso debía continuar siendo cierto siempre y cuando no fueran golpeados con ataques eléctricos.

Pero entonces, ¿cómo había sido cortado el brazo de su camarada?

Sólo había una respuesta a eso.

Y sería la existencia de un espadachín extraordinario, que podía cortar fácilmente el brazo de un Quagoa, un miembro de una raza cuya piel y pelaje repelían todas las espadas.

En otras palabras, había un guerrero inimaginablemente poderoso detrás de las puertas que se abrían lentamente.

Los Quagoa retrocedieron, presas de una emoción que no habían sentido aún en esta batalla — miedo. Mientras tanto, la abertura en la puerta continuaba haciéndose más grande.

"¿Por qué están retrocediendo?" gritó una poderosa voz en la parte posterior del equipo de asalto.

"¡No hay cobardes en el Clan Pu Rimidol!"

"¡Ohhhh!"

Ese grito debía venir de los miembros del Clan Pu Rimidol que habían sido escogidos para el equipo de asalto. En pánico, los demás de los otros clanes también gritaron, proclamando su fuerza.

"¡El Clan Po Gusua tampoco tiene cobardes!"

"¡Nadie en el Clan Zu Aygen perderá frente a los Pu o los Po! ¡¿Cómo podemos dejar que nuestros ancestros se rían de nosotros desde la Tierra de Derey?!"

Para los Quagoa, los muertos valerosos observaban prosperar a sus hijos desde la Tierra de Derey. Se decía que los ancestros se burlarían de aquellos que caían en vergüenza.

Esas palabras fueron las chispas que reavivaron el espíritu de lucha de los Quagoa.

Llevaron arrastrando a un lado al Quagoa sin brazo, hacia la pared. Los equipos de asalto mantuvieron su distancia y asumieron una formación compacta, listos para masacrar al poderoso espadachín.

"¡Adelante! No importa lo poderoso que sea, el enemigo sólo tiene una espada. Lo atacaremos con más gente de la pueda manejar," dijo alguien.

"No, lo único que tenemos que hacer una vez que se abra la puerta es abalanzarnos de frente. Cuando lo hagamos caer, lo pisotearemos. Entonces saquearemos la ciudad."

"¡En ese caso, déjenme estar al frente!"

Había un mineral llamado Nuran que era convertido en polvo y mezclado con pintura. Los valientes tomaban esta pintura y dibujaban dos rayas a lo largo de sus pelajes como prueba de su coraje.

Los Quagoa se reunieron detrás de una de esas valerosas almas. Si él caía abatido por esa espada, aun así podrían empujarlo.

Ahora la abertura en la puerta era lo suficientemente grande como para que un Quagoa pasara solo.  Aunque era demasiado estrecha para irrumpir con rapidez, podrían perder hombres por nada si del otro lado atacaban con la magia eléctrica que habían usado hace poco y luego cerraban las puertas nuevamente.

"¡A la carga!"

Con un valiente grito, más de 10 Quagoa comenzaron a moverse.

El valeroso Quagoa frente a ellos se puso rígido. Los que lo empujaban desde atrás sintieron que había sido muerto por el espadachín. Sin embargo, no se detuvieron. Si se detenían ahora, sería un insulto a su coraje.

Debido a eso, los Quagoa de atrás empujaron hacia adelante con intensidad inquebrantable, decididos a dejar que su impulso los lleve a la ciudad Enana para saquearla y despojarla...

—Y entonces se detuvieron.

Sin importar cuánto empujaban, no podían continuar. Era como si un muro gigantesco y grueso los estuviera bloqueando.

Uno de los Quagoa levantó la cabeza y miró al frente.

Era natural preguntarse si los Enanos habían construido una pared.

Porque efectivamente, allí, había una pared de negro azabache.

Todo lo que sus ojos podían ver era la pared. Y entonces comenzó a moverse.

"¡OHHHHHHHHHHHHHHHHH!"

Un poderoso grito hizo temblar el aire.

Lo que habían pensado era que una pared era en realidad un escudo gigantesco.

Los Quagoa no tenían antecedentes en el uso de armas o armaduras, pero habían visto antes que los Enanos las usaban. Sin embargo, ellos nunca habían visto alto tan grande. Ante ellos se encontraba un escudo que podría ser confundido con un muro.

Mientras los Quagoa se encontraban desconcertados por este suceso, la aborrecible criatura detrás del escudo se reveló a sí misma.

Era una criatura enfundada en una armadura negra de cuerpo completo, y sus ojos carmesí brillaban con odio.

Incluso los ignorantes Quagoa podían entender que era malvada, era violencia — era la Muerte misma.

Se oyó un ¡pyun!

En ese instante, las cabezas de tres Quagoas volaron como si fueran una.

"¡¡UUUOOOOHHHHHHHHH!!"

El rugido golpeó los cuerpos de los Quagoa.

Su espeluznante impacto hizo que los Quagoa quisieran huir con todo su corazón.

Dentro de sus tribus, ellos se consideraban a sí mismos guerreros valientes que no temían a la muerte. Sin embargo, ni en sus sueños más salvajes habrían imaginado a un ser como éste. El monstro frente a ellos aniquiló por completo su coraje.

Siendo ése el caso, ¿por qué no escaparon de inmediato?

Se debía a que les faltaban las fuerzas para hacerlo. Sus instintos les decían que si corrían, morirían de un solo golpe desde atrás. Aun así, los ojos de ese ser oscuro les recordaba a los Quagoa sobre su deseo de vivir.

"¡OHHHHHHHHHHHHHH!"

Ese rugido pareció venir de las profundidades de la tierra. Los Quagoa lloriquearon en respuesta, y retrocedieron varios pasos.

Entonces, como aprovechando una oportunidad que se presentaba por sí sola, apareció otro ser idéntico.  Y entonces—

"¡Hiiiiiiiiii!"

Uno de los Quagoa gritó.

Cuando voltearon a ver al dueño de la voz, vieron a uno de sus camaradas que había perdido la cabeza.

Estaba muerto. No había ninguna duda sobre eso. Sin embargo, sus brazos comenzaron a moverse, como tratando de buscar algo. Estaba claro que no se trataba de un espasmo ni de nada parecido.

La única conclusión a la que podían llegar era que el cadáver estaba moviéndose.

Como atrapados en una pesadilla, los Quagoa que todavía seguían vivos se encontraron a sí mismos prisioneros en una jaula del miedo.

Clang, clang, resonaron los dos gigantescos trajes de armadura, y entonces levantaron sus armas idénticas y extrañas: espadas flamígeras.

***

"Así que, de acuerdo al reporte del equipo de asalto, no han encontrado una forma de traer abajo la puerta aún, ¿no es verdad?"

"¡Sí!"

El Quagoa cuyo pelaje tenía rayas rojas frunció el ceño mientras escuchaba el reporte de su subordinado.

Él era Yozu, el comandante de la vanguardia Quagoa. Poseía un pelaje tan duro como el orichalcum y su resistencia a las armas de metal también era mayor que la de los Quagoa regulares. Era un espécimen superior de su especie, un Quagoa Rojo.

Yozu pasó la vista del subordinado que hacía una reverencia hacia el otro lado del puente colgante. Más allá de la fortaleza se encontraba un túnel, y pasando el túnel estaba la ciudad Enana.

Después de conquistarlo, tendrían un buen lugar para una base y toda su competencia por los minerales desaparecería también.

La combinación de un mayor territorio y de un botín de minerales sin precedentes haría grandes a los Quagoa.

Una vez que eso sucediera, los Quagoa llegarían algún día a gobernar toda la cordillera de montañas.

"Si tan solo pudiéramos derrotar a esos Dragones..."

Yozu miró alrededor preocupado luego de dejar escapar lo que realmente pensaba.

Si alguien había reaccionado, no mostró ninguna señal en absoluto.

Eso tranquilizó un poco a Yozu.

Los Quagoa había tomado la antigua capital Enana como su base.

El Palacio Real seguía en pie orgulloso al interior de la ciudad, pero ahora era el dominio del Dragón Blanco. Éste era un Dragón de Escarcha, que podía exhalar aliento congelante.

Los Quagoa habían forjado una alianza con los Dragones de Escarcha. Sin embargo, cualquiera que supiera incluso un poco de la verdad, sabría que ésta no se parecía en nada a una relación de iguales. El Jefe de los Clanes podría haberlo embellecido un poco diciendo que era para la prosperidad mutua y lo que sea, pero ni él mismo creía lo que decía.

La verdad era que los Dragones eran fuertes, y sus sirvientes, los Quagoa, eran débiles.

Para los Dragones, los Quagoa eran poco más que raciones de emergencia o peones convenientes.

Yozu había conocido una vez a los Dragones en presencia del Jefe de los Clanes, y fue ésa la impresión que tuvo después de oír la poderosa voz que emanaba de sus gigantescas mandíbulas. También estuvo asombrado al ver al Jefe arrastrándose ante los Dragones.

No deseaba ver a un gran héroe reducido a ese estado, pero Yozu no era estúpido. Entendía perfectamente la insalvable diferencia entre el poder de los Dragones y el de los Quagoa.

Aun así, no podía permitir que los Dragones los trataran como idiotas.

(...No podemos hacer nada por ahora. Si luchamos contra ese Lord Dragón, la raza de los Quagoa (nosotros) sufriremos daños irreparables incluso si ganamos. Pero... algún día.)

Él no era el único que se aferraba a ese deseo en su corazón. Todos los Quagoa que habían conocido a los Dragones —en otras palabras, los Quagoa de clase alta— tenían el mismo deseo.

Para comenzar, necesitaban encontrar una forma de volverse inmunes a su aliento de congelación. Si no nacían Quagoa como esos, sufrirían pérdidas terribles.

La búsqueda de eso tomaría mucho tiempo.

Yozu hizo a un lado sus oscuras emociones. Ahora mismo, tenía que destruir a los Enanos. Eso no estaba completo aún. Sería tonto dejar que las preocupaciones por el futuro afectaran lo que podía hacer en el presente.

Yozu convocó a sus subordinados.

"Oigan, destruyan la fortaleza y luego vean si podemos ensanchar las paredes de los túneles para dejar entrar a más personas. Necesitamos hacer tantos preparativos como podamos antes de que la fuerza principal—"

De pronto, las orejas de Yozu se pararon. Creyó haber oído un grito de algún lado.

No, podría no haber sido un grito. Podría haber sido un ruido amenazante hecho por algún monstruo. El problema con estar bajo tierra era que se hacía muy difícil averiguar de dónde venían los sonidos.

Esta vez, sin embargo, lo supo de inmediato.

Eso se debió a que vio a los Quagoa del equipo de asalto escapando de la fortaleza al mismo tiempo que gritaban a todo pulmón.

Un barullo vino de los Quagoa alrededor de Yozu.

Por el estado en el que se encontraban los Quagoa que había regresado, estaba claro que estaban aterrados y confundidos. Varios Quagoa incluso empujaron a sus compañeros desde atrás, y éstos cayeron en la Gran Grieta.

"¿Qué sucede? ¿Hay una emergencia?"

Uno de los subordinados de Yozu respondió: "No estamos seguros. ¿Podría ser un contraataque de los Enanos?"

Eso no era posible. Un contraataque Enano estaba dentro del rango esperado de respuestas. No haría huir en pánico a los equipos de asalto.

Debía haber sido algún tipo de ataque especial. Yozu había oído una vez que el aceite hirviendo era muy doloroso.

"Reúne a los hombres y averigua qué está pasando. Si se trata de un contraataque Enano, continúa con el avance. No debemos dejar que tomen de vuelta la fortaleza."

Los hombres de Yozu formaron un grupo de acuerdo a sus instrucciones, y comenzaron a cruzar el puente.

Mientras tanto los gritos continuaban, y el equipo de asalto seguía huyendo.

¿De qué huían? ¿Era el resultado del misterioso poder llamado magia?

Mientras Yozu reflexionaba sobre el asunto, un par de siluetas aparecieron a la entrada de la fortaleza.

Eran... cosas... grandes y negras.

"—Qué, ¿Qué son esos? ¿Enanos Gigantes? ¿Señores Enanos?"

Yozu nunca antes había visto tales cosas. Aunque sabía que los Enanos usaban armadura como parte de sus equipos, y que algunas armaduras cubrían el cuerpo entero, lo que veía ahora era completamente diferente a lo que había visto entonces.

En la mano derecha llevaban espadas de hojas onduladas, mientras que en la izquierda tenían escudos inmensos.

Ya que la apariencia del Jefe de los Clanes era ligeramente diferente a la de los Quagoa regulares, los Señores Enanos probablemente se veían diferentes a los Enanos regulares.

Yozu no conocía la verdadera identidad de los seres parados a la entrada de la fortaleza como estatuas Nio*. Sin embargo, sus instintos animales le decían que eran entidades peligrosas.
(*Estatuas Nio, son las estatuas que protegen los templos, inspiradas en los Reyes de la Sabiduría/Brillantes del Budismo.)

También entendió por qué los equipos de asalto habían huido con todas sus fuerzas de esos monstruos.

Sus subordinados alrededor suyo habían quedado paralizados por la conmoción, al igual que él. Los únicos seres que seguían moviéndose eran los Quagoa huyendo de la fortaleza. No miraban atrás; todas sus energías estaban concentradas en cruzar el puente colgante.

Los trajes de armadura negra rugieron.

Incluso a una distancia tan grande, sus gritos atravesaron el aire y les pusieron los pelos de punta. Las entrañas de Yozu se contrajeron y se hicieron heladas. Era como sentir el rugido de un Dragón por todo su cuerpo.

Como si hubiese sido una señal, vio a Quagoa emergiendo lentamente desde un lado de los trajes de armadura negra.

(¿Escaparon? ¿O nos traicionaron? No, eso no—)

Los ojos de Yozu se abrieron como platos.

A uno de los Quagoa que vio le faltaba la cabeza.

Entrecerró los ojos, y vio que varios Quagoa estaban arrastrando las entrañas detrás de ellos, mientras que otros parecían estar arrastrando los pies de manera no coordinada, las mitades derecha e izquierda de sus cuerpos moviéndose fuera de sincronía, como si hubieran sido cortados por la mitad.

Los seres que se movían incluso cuando no podían estar vivos eran—

(¡Magia! ¡Magia que controla a los muertos!)

"¿Es ésa el arma secreta de los Enanos?"

Yozu estuvo de acuerdo con lo que dijo su subordinado.

¿Tenían un as en la manga además de las armas encantadas con electricidad?

"...¿Son Golems?"

Se decía que cuando el Dragón tomó posesión del Palacio Real, había luchado contra monstruos llamados así. Aparentemente, se veían como estatuas con armadura.

"¿Esos son los Enanos llamados Golems?"

Yozu agitó la cabeza ante la pregunta de su subordinado.

"No, los Golems son monstruos. Los Enanos probablemente los criaron."

"¿Entonces son como los Nuks que nosotros domesticamos?"

Los Nuks eran bestias mágicas.

Sus machos medían 3.5 metros de largo y pesaban 1200 kilogramos. Eran herbívoros peludos de cuatro patas que podían sobrevivir incluso con un poco de algas. Eran lo suficientemente fuertes como para sobrevivir en fuertes nevadas, así que muchos monstruos en la Cordillera de Montañas Azellisia se alimentaban de ellos.

En cualquier caso, no había forma de decir que tan bien podían luchar esos Golems, pero en vista de los Quagoa que huían y por los disminuidos números de los equipos de asalto... no, más que por eso, era la piel de gallina y el sudor frío de Yozu los que le decían todo.

Vencerlos no sería fácil, pero afortunadamente, solamente parecían estar mirándolos desde lejos y no intentaban cruzar el puente.

"Parece, parece que vinieron a reconquistar la fortaleza."

"S-sí, es cierto. Muy bien, fórmense de nuevo mientras siguen sin moverse. Al mismo tiempo, nos prepararemos para — ¡se está moviendo!"

Los trajes de armadura negra comenzaron a correr, en dirección al puente de colgante.

"¡Quién fue! ¡¿Quién fue el que dijo que estaban allí para tomar de vuelta la fortaleza?!"

"¡Comandante! ¡No hay tiempo para eso! ¡¿Qué debemos hacer?!"

Los Quagoa que Yozu había enviado mostraron las garras, listos para la batalla.

Los trajes de armadura negra prepararon sus escudos y atravesaron a los Quagoa haciéndolos volar al momento de hacer contacto.

Lanzados por un poder sobrecogedor, muchos Quagoa cayeron del puente colgante. Los trajes de armadura negra no se detuvieron. Aunque redujeron un poco la velocidad, continuaban avanzando con los escudos en alto, como muros desbocados.

Si esto seguía así, pronto cruzarían el puente por completo y llegarían hasta aquí.

Y entonces, cuando eso ocurriera... ¿Qué pasaría? Percatándose del peligro mortal que esperaba por él, Yozu gritó.

"¡Corten, corten el puente!"

Si destruían el puente, la fuerza principal sólo podría usar la ruta alternativa, y eso desperdiciaría mucho tiempo. Mientras tanto los Enanos probablemente reforzarían sus defensas. Por lo tanto, podían considerar que su primer objetivo, tomar la fortaleza, era un fracaso.

Tras la pérdida de hombres y recursos durante esta operación, el fracaso no era un asunto que podría ser perdonado con un simple reproche. Sin embargo, todo eso palidecía a comparación del peligro de permitir que esos trajes de armadura negra cruzaran el puente.

Si llegaban a este lugar, todos aquí morirían. Los trajes de armadura negra eran ese tipo de seres.

"¡¿No les dije que cortaran el puente?!"

Los Quagoa no podían evitar ver cómo los trajes de armadura negra hacían pedazos a sus hombres con una fuerza inimaginable. Ante el segundo grito, finalmente lograron moverse. Sin embargo, casi todos los Quagoa que habían sido enviados de la retaguardia habían sido arrojados al abismo, y sólo quedaban unos cuantos en el puente para enfrentar a los trajes de armadura negra.

Todos esos Quagoa mordieron y arañaron desesperadamente los cables de suspensión de acero del puente.

"¡Que uno de los equipos de asalto detenga su avance!"

Recibir la orden de detener a los Golems justo después de oír que el comandante destruiría el puente no era diferente a una misión suicida. Aun así, un escuadrón se formó de inmediato y avanzaron valientemente.

Como era de esperarse, el escuadrón suicida rebotó en los escudos, pero algunos lograron atravesarlos y se arrojaron sobre los trajes de armadura negra. Sin embargo, éstos no les prestaron atención. Ser mordidos no parecía herirlos, y continuaron su avance.

El puente no había caído aún.

Si esto seguía así, los trajes de armadura negra lograrían cruzar.

Cuando Yozu se dio cuenta de esto, su cuerpo comenzó a moverse por voluntad propia. Bajó de un salto de su puesto de mando en lo alto, y usó la fuerza de su aterrizaje y el filo de sus garras para asestar un golpe a los cables de acero del puente.

Un gran ping desgarró el aire.

El puente colgante se elevó y bajó como una onda gigante, y se rompió.

Yozu no pudo soportar el movimiento serpenteante del puente colgante y fue arrojado al aire. Sin embargo, logró aferrarse de un cable en movimiento antes de ser tragado por las fauces de la oscuridad a sus pies. Ya que Yozu no podía controlar sus movimientos en mitad del aire, fue un golpe de suerte inimaginable para él. Subió por el cable mientras su cuerpo se balanceaba en el vacío, y logró hacer contacto con el borde del precipicio.

Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo para recobrar el aliento. Un frío maléfico inundó su cuerpo. Yozu hizo caso a sus instintos y se arrojó boca abajo.

En ese instante, un objeto pasó gritando y le rosó el pelaje de la espalda. Por increíble que parezca, el objeto volador era un Quagoa. Bajo estas circunstancias extremas, un traje de armadura negra había logrado arrojar a uno de los miembros del escuadrón suicida hacia Yozu con la ridícula fuerza de sus brazos.

El Quagoa arrojado golpeó a otro de los hombres de Yozu, que todavía seguía congelado por la conmoción. Ambos se desintegraron en pedazos de carne sanguinolenta con un breve y agonizante grito de "¡Piigya!"

Sin embargo, eso fue todo, porque el escuadrón suicida y los trajes de armadura negra desaparecieron al interior de la Gran Grieta.

El silencio llenó el aire.

Yozu se asomó lentamente a la oscuridad de la Gran Grieta. No fue el único en hacerlo; todos los sobrevivientes miraron hacia la oscuridad que se había tragado todo. Todos ellos sabían que no había forma de sobrevivir a esa caída; aun así, no podía borrar el miedo que sentían de que los trajes de armadura negra regresarían trepando por las paredes del abismo.

Después de lo que pareció una eternidad, Yozu finalmente suspiró aliviado.

No parecía que fueran a volver.

Mirando alrededor, y vio a los poquísimos hombres que habían sobrevivido.

Aun así, el hecho de haber podido sobrevivir contra esos trajes de armadura negra era digno de admiración.

"¡Nos retiraremos!"

Si no informaban a sus superiores sobre esos Golems, las cosas podrían irles muy mal.

Si esas cosas eran producidas en masa, al contrario, eran los Quagoa quienes serían aniquilados. Yozu no sentía que había sólo dos de ellos.

"...Qué temibles son esos Enanos."

Yozu lamentó profundamente haber subestimado a los Enanos. Y pensar que sabían cómo producir tales monstruos—

"En cualquier caso, tenemos que informar de esto a la fuerza principal. ¡Mensajeros!"

Las personas que se acercaron corriendo en respuesta al llamado de Yozu eran los Corredores Quagoa, quienes excedían por mucho a los Quagoa regulares en lo que a movilidad se refería. Poseían una habilidad especial que los hacía inmunes a la fatiga provocada por correr a toda prisa.

La razón por la que había llamado a tantos de ellos era porque al moverse en grupos pequeños se corría el riesgo de que el grupo sea aniquilado por la emboscada de un monstruo. Eso no quería decir que moverse en grupos mayores les garantizaba la seguridad, sino que, no importaba cuantos murieran siempre y cuando uno de ellos sobreviva para transmitir el mensaje a su cuartel general.

"¡Muy bien! ¡Vayan! ¡No lo olviden, su misión es muy importante!"

Yozu dio otra orden mientras los veía marcharse.

Naturalmente, se trataba de regresar de inmediato para reunirse con el Jefe de los Clanes.



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